De acuerdo a la prueba PISA del año pasado, Finlandia se mantiene como uno de los países que ha conseguido los mejores resultados pese a que inician la educación formal a los 7 años, tienen jornadas escolares más cortas, vacaciones más largas, muy pocas tareas y no hacen exámenes.
Además, la infraestructura de los salones escolares finlandeses dejó atrás el modelo prusiano de educación: las escuelas siguen el principio “open-plan”, en la que las áreas de estudio son flexibles y modificables.
Esto es espacios multimodales donde el mobiliario se adapta. La razón de este diseño es que se impulse el sentido de responsabilidad a los alumnos y estos se puedan, de alguna u otra manera, autorregular.
Si bien este modelo de educación suena muy lejano y es poco probable que en los próximos años se busque esa tendencia en el Perú, los principios pueden repensarse en aras de definir cuál debe ser el futuro de la educación.
“Más que tecnología, los salones del futuro deben ser salones que fomenten no solamente la parte académica sino las destrezas necesarias para el mañana. Eso es colaboración, trabajo en equipo, creatividad, imaginación”, anota Jesús Santiago, vicepresidente de ventas estratégicas de Ricoh Latinoamérica, empresa que se dedica a proveer soluciones tecnológicas.
Los salones en el sistema educativo peruano no son innovadores pero poco a poco va ingresando la tecnología en dichos espacios. Los avances tecnológicos tienen mayor incidencia en los colegios privados de altas mensualidades pero el cambio será inminente. Entonces, ¿cuánto costaría implementar innovaciones tecnológicas en los salones?
“Una de las maneras para hacerlo masivo, que lo estamos haciendo a nivel de ministerio, es dotar al maestro los elementos para clase como contenido, video y dinámicas. Esto se lo damos al maestro y al estudiante por un costo de US$6 al año por estudiante”, sostiene Santiago.
“Cuando tienes estos elementos que se alinean a una malla curricular, se hace una educación más masiva”, agrega.
¿De qué dispositivos se hablan hoy en día? Podemos encontrar, más allá de proyecciones de vídeo o el uso de laptops, computadoras que se adaptan con la pantalla para diferentes usos, puntos de acceso de contenido pedagógico, estaciones de carga de batería, impresoras en 3D, simuladores computarizados para situaciones de creación, entre otros.
Si bien el acceso al internet puede ser una limitante en algunos lugares del país, el mercado de soluciones tecnológicas ofrecen discos duros con el contenido educativo o un dispositivo de recepción de señal de internet satelital, por ejemplo.
Las habilidades que serán clave para el mercado laboral en el futuro residen en el pensamiento crítico, la alfabetización de nuevos medios, la colaboración virtual, la mentalidad de diseño, entre otros.
Por ello, el aprendizaje colaborativo, la realidad virtual, el uso de tecnologías y la enseñanza personalizada son los objetivos más probables a buscar en el mediano plazo hacia adelante. Pero hay detalles, como el que el docente debe ser la pieza clave para la transformación.
“El uso de la tecnología tiene que ver con el tipo de clase. Hay unas que son más cuadriculadas como matemática pero si hablamos de arte u otros es distinto. En la clase tradicional uno se quedaba todo el día en el mismo salón pero hoy se debe estar adaptando el salón en función a las materias”, explica Santiago.
“Tenemos que empoderarlo no solo con tecnologías sino con habilidades de cómo utilizarla y cómo integrarla al aula de clases”, detalla.
En Latinoamérica, uno de los principales indicadores para ver cómo mejora la educación no solo es la prueba Pisa; lamentablemente, otro es la deserción escolar. De acuerdo al Ministerio de Educación, hasta el año pasado, 14 de cada 100 estudiantes abandonan los estudios en el período escolar por motivos económicos, desinterés, casos de embarazo, entre otros y esto le cuesta al sistema educativo cerca de S/ 1150 millones al año.