(AFP) Con un crecimiento imparable de las tasas de suicidio, Chile es el país con mayor incidencia de enfermedades mentales de la región y entre los primeros del mundo, tanto que este tipo de patologías se ha convertido en la primera causa del ausentismo laboral, alertan los expertos.
Las depresiones y la ansiedad, sumadas al alcoholismo y la drogadicción conforman el cuadro más repetido en las consultas de hospitales y especialistas del país, en particular entre las capas de población más bajas y entre las mujeres.
Según un estudio de la Universidad de Chile, un 22% de los chilenos tiene sintomatología depresiva significativa y los trastornos neuropsiquiátricos son responsables de un 23% de la carga de enfermedad en el país.
“Tenemos cifras en población consultante y en población general que son, de lejos, las más altas de Latinoamérica y se podría afirmar que entre las tres primeras del mundo”, declaró el psiquiatra y académico de la Universidad de Chile Paul Vöhringer.
Trasladadas solo a Santiago, estas cifras significan que solo en la capital, una urbe de casi siete millones de personas, hay cerca de dos millones con alguna patología mental.
Síntoma inequívoco de que las enfermedades mentales pasan una pesada factura es que Chile es el segundo país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que reúne a las economías más desarrolladas, donde más ha aumentado la tasa de suicidios en los últimos 15 años, por detrás de Corea del Sur.
Crecen los suicidios
En el 2010, el suicidio respondía por el 19.1% de la mortalidad masculina, superando las muertes por causas cardiovasculares y a las víctimas del sida. Y lo que es peor: cada vez más adolescentes y a edades más tempranas recurren a esta forma violenta de poner fin a la vida.
Según un estudio del ministerio de Salud, en el grupo de adolescentes entre 10 y 14 años, la tasa de suicidios aumentó de uno por 100,000 en el año 2000 al 1.9 en el 2009, y en el grupo de 15 a 19 años, pasó de 8.6 a 11.4 por 100,000.
“El suicidio es un indicador de las enfermedades mentales y las cifras han aumentado tanto que las de Chile son comparables a las de los países centroeuropeos”, que tradicionalmente cuentan con las tasas más altas del mundo, declaró el psiquiatra Rafael Torres.
El gobierno ha creado un plan para luchar contra este problema social, pero el gasto público en las patologías mentales se sitúa en torno al 2.5% del presupuesto que dedica al área de salud, la mitad de lo que otros países del entorno dedican, y prácticamente insignificante si se tiene en cuenta el 15% que, en el otro extremo de la tabla, dedica Canadá.
“Una disociación de la realidad de la salud mental del gasto del Estado o de las instituciones de Salud”, critica el experto, que recuerda que según la Organización Mundial de la Salud, “un peso gastado o invertido en salud mental devuelve a la sociedad cuatro veces eso”.
“Chile es un país que tiene pretensiones de país desarrollado con una infraestructura social de país subdesarrollado”, lamenta Vöhringer, también investigador clínico del Programa de Trastornos del Ánimo de Tufts Medical Center de Estados Unidos.
Más jóvenes con depresión
Las enfermedades mentales se ceban en particular con las mujeres y sobre todo con las de estratos más bajos. Largas jornadas laborales, salarios bajos, largas horas perdidas en la movilidad, bajo nivel de educación y situaciones familiares límites con hijos a cargo y a menudo maridos y padres ausentes o alcohólicos son el caldo de cultivo.
“Las mujeres se angustian y consultan y los hombres ahogan sus problemas en alcohol”, dice Wöhringer, aunque el modelo está cambiando y la mujer es crecientemente consumidora de alcohol.
Los especialistas apuntan a otro fenómeno más reciente y preocupante: cada vez más niños y adolescentes son víctimas de la depresión, de falta de ánimo, de ansiedad.
Si a eso se suman que los jóvenes empiezan a beber y a drogarse cada vez a más temprana edad, el cóctel está servido.
Chile es uno de los países del mundo con mayores problemas de alcoholismo, dice la psicoanalista Wanda Pessoa, que hace unos años participó en un estudio universitario sobre este problema en la población chilena (“Crimen y alcohol”).
En el país “existe una cultura alcohólica”, reconoce Pessoa quien recuerda que “si vas a casa de un chileno siempre te va a ofrecer un trago”.
De todas formas, la terapeuta recuerda que las estadísticas pueden haber aumentado en los últimos tiempos porque hay una “mayor conciencia de la población” y una mayor “conciencia de querer estar mejor” y la asistencia hospitalaria está más extendida.