En el pasado, países como China, Japón y Corea han utilizado los eventos deportivos de alcance global como una forma de decirle mundo: “Aquí estamos. Somos un país que ha desarrollado su infraestructura”. Brasil, por tanto, tiene hoy la oportunidad de demostrar que posee algo más que samba, carnaval y playas.
La Copa del Mundo ha generado, sin duda, cantidades masivas de publicidad para la nación sudamericana. El país ya ha descubierto, sin embargo, que convertirse en el centro de atención puede ser un arma de doble filo.
Los retrasos en la construcción de estadios e instalaciones, los proyectos inacabados que han afectado, entre otras cosas, la remodelación de los aeropuertos no configuran un mensaje positivo.
“Las protestas callejeras son especialmente difíciles para las ambiciones de Brasil de presentarse como un modelo alternativo de crecimiento económico”, dice Lourdes Casanova, autora de “The Political Economy of an Emerging Global Power: In Search of the Brazil Dream”.
Los ciudadanos descontentos que han salido a las calles, en el marco del torneo futbolístico, se han manifestado en contra de la corrupción, la mala calidad de los servicios públicos y la distribución desigual de los beneficios.
Asimismo, aunque la religión común de Brasil sea el fútbol, “las últimas encuestas muestran, además, que más de la mitad de la población está en contra de la Copa del Mundo. El consenso se ha roto”.
“Brasil tiene un sistema de capitalismo de Estado, algo entre China y Estados Unidos, donde el gobierno central ha intervenido, en un sinnúmero de maneras, para hacer la sociedad más igualitaria. Pero ahora incluso las élites se quejan de la corrupción y la desigualdad”, añade la también catedrática en un artículo recientemente publicado por Fortune.
Polémicas aparte, el evento no está condenado al fracaso, dice Gustavo Koniszczer, director gerente de FutureBrand, que compila un Country Brand Index.
“Sí, el gobierno brasileño debe hacer un mejor trabajo para explicar los beneficios del Mundial 2014 […] Es mucho más difícil hacerle frente al problema, si nadie le presta atención”.
Desde un punto de vista internacional, Brasil ya está disfrutando de algunos de los efectos positivos de la organización de la Copa del Mundo, señala Koniszczer.
En el 2013, en la versión latinoamericana del Country Brand Index –que analiza la fortaleza de las marcas país de la región-, Brasil ocupó el primer lugar.
Ese impacto sólo aumentará a medida que el país se prepare para los Juegos Olímpicos. “Eso garantiza que Brasil estará en la mente de todos hasta el final de 2016”.
Esta publicidad masiva será especialmente beneficioso para el turismo, dice Casanova, quien es originaria de Barcelona, sede de los Juegos Olímpicos de 1992. “Ese acontecimiento cambió la imagen de mi país por completo”, asegura.