Con cuatro escenografías de teatro de su autoría, Mari Cooper confiesa que aún está en proceso de aprendizaje. “Jamás se me hubiera ocurrido (montar) una”, cuenta y recuerda que cinco años atrás Juan Carlos Fisher (director), la buscó para desafiarla.
Ahora enfrenta una nueva aventura: “Otras ciudades del desierto”.
¿Qué necesita para plantear una propuesta?
Leer el guion. Para “Otras ciudades del desierto” caí en cuenta de que La Plaza era más profunda y alta, así que se abarcó todo el espacio.
¿El proceso es largo?
De seis a nueve meses. Hay que reunirse con el equipo y pulir cosas: si necesitas más altura o más escaleras. En la maqueta se observan varios aspectos y ahí se modifican.
¿Qué viene luego?
Se manda a fabricar todo y eso tarda hasta dos semanas. Luego viene la fase que más me agrada: vestir la escenografía (decorarla).
¿Su obra más desafiante?
Quizá “La jaula de las locas”, por los cambios de escenografía. Eran siete. Había una adelante, otra atrás, otra arriba que se guardaba con un sistema de poleas. Los artistas mientras bailaban, sin que el público se diera cuenta, retiraban las cosas para la siguiente escena.
¿Es detallista?
Maniática. Hay cosas que me hubiera gustado que sean distintas, pero sé que no se puede: lo que funciona para una casa, no aplica para una obra de teatro.
¿La infraestructura de los teatros complica o ayuda?
Se debe conocer la capacidad del teatro. En “La jaula de las locas” había una escalinata que dividimos en dos para ocultarla. No había manera que entrara detrás del escenario.
Detállenos un poco más…
Eso no ocurre en teatros de otros países, donde hay infraestructura debajo, detrás (y arriba) del escenario.
¿Cuál fue el reto con “Otras ciudades del desierto”?
En esta obra, los actores están en movimiento constante. Había que recrear una escenografía estática (que pudiera acomodarse a eso).