En los casinos de Las Vegas, la seguridad es omnipresente. Se siente en cada paso que das, en las miradas de los crupieres y de los muchos vigilantes (uniformados y de incógnito), que pasean analizando los gestos de cada jugador.
Se percibe en las cámaras de 360 grados que pueblan, apenas cada tres metros de distancia, los techos de los establecimientos.
Pero hay una seguridad que no se ve: chips de radiofrecuencia únicos incorporados en las fichas, software de análisis de patrones sospechosos y aplicaciones que monitorizan cuánto dinero ganas o pierdes, durante cuánto tiempo te gusta apostar y hasta tu potencial como jugador. En un casino, la privacidad no existe.
No es casualidad que Las Vegas se haya convertido en un hub de compañías especializadas en tecnologías de seguridad. Sus primeras versiones se prueban en los casinos, y posteriormente las adoptan (y desarrollan) bancos, aeropuertos, centros comerciales e instituciones gubernamentales.
“Los casinos emplean a los mejorescriptógrafos, expertos en seguridad informática y teóricos del juego”, señala en un artículo de la publicación Popular Mecanics John Pironti, director general de IP Architects, una consultora especializada.
Campo de pruebas
Es el campo de pruebas ideal: un casino de Las Vegas incluye un hotel, restaurantes, espectáculos, tiendas, oficinas de cambio de moneda… Este mundo en miniatura supone una fuente de información valiosísima, no sólo para la detección del fraude sino también para la identificación de los clientes más valiosos.
La seguridad es un aspecto crítico para un casino. Si un periodista pregunta por las tecnologías que emplea un casino para evitar a los estafadores, recibirá un silencio por respuesta… y alguna que otra cara de pánico -“¡no puedo hablar de eso, no puedo hablar de eso!”- repetía alarmado un conserje de uno de los más conocidos hoteles-casino de la ciudad, propiedad del magnate Sheldon Adelson. El departamento de Relaciones Públicas de la compañía Las Vegas Sands tampoco quiso hacer declaraciones.
No obstante, conseguimos off the record algunos comentarios y revelaciones. “Es el juego del gato y el ratón. Allá donde hay dinero, hay gente tratando de buscar el modo de hacerse con él. Hay quien lo intenta de una manera muy rudimentaria, y otros que con toda seguridad tienen en su casa fichas, expendedores de barajas y máquinas tragaperras, y trabajarán durante meses buscando cómo reprogramarlos o trucarlos de algún modo”, comentan fuentes de una empresa de seguridad informática.
Un conocido ejemplo de atraco rudimentario fue el que protagonizó en 2010 un joven llamado Anthony Carleo, que robó del Bellagio fichas por valor de 1,5 millones de dólares. Las fichas, dotadas de RFID, fueron rápidamente desactivadas, con lo que jamás podría canjearlas por dinero. Fue detenido en enero de 2011 tratando de revender las fichas más cuantiosas (25.000 dólares) a un agente encubierto.
Todas las fichas de un casino de Las Vegas incorporan un chip RFID en su interior. Esto es así desde que hace pocos años dos profesionales de la construcción en paro robaron varios millones de dólares falsificándolas: las pintaban de otro color e intercambiaban la pegatina que llevan encima, y las hacían pasar por otras de mayor importe. Así de fácil.
Información
En la actualidad, además de identificar el valor real de cada ficha, independientemente de su aspecto exterior, la tecnología de radiofrecuencia monitoriza también cuánto dinero apuesta un jugador en cada mano, cuánto tiempo permanece en una misma mesa, cuánto ganan o pierden en un día, y su estilo de juego.
Las fichas modernas de los casinos (como esta de GPIC) incluyen un transmisor que identifica el valor de la misma y cuánto dinero se gana o pierde en una mano, en tiempo real.
En teoría, un casino puede emplear esa información para decidir, de un modo más efectivo, a qué clientes regalar una habitación. También pueden tratar de que alguien juegue durante más tiempo proporcionándole más bebidas gratis, por ejemplo.
Este sistema permite identificar también el buen hacer de los croupiers.
Estos chips avanzados cuestan el doble que sus antecesores, a lo que habría que sumar el coste del hardware, software y los receptores asociados. El casino Wynn, que abrió sus puertas en 2005, se gastó en aquel entonces dos millones de dólares sólo en esta tecnología.
El RFID se emplea asimismo en algunos de los expendedores de cartas de las mesas de baccarat, para evitar que un estafador haga un intercambio con cartas que guarda en su manga o en su bolsillo (es un ejemplo real).
Es un negocio en auge. En abril, Gaming Partners International (GPIC), con sede en Las Vegas, anunció la compra de Dolphin Products, de Hong Kong, por 5,9 millones de dólares. GPIC, que fabrica barajas, mesas de juego, dados y ruletas, fue pionera en el uso de la radiofrecuencia. En la actualidad emplea a unas 700 personas y cotiza en el Nasdaq.
Además del RFID, un casino de Las Vegas tiene otras fuentes de información. En un establecimiento como el The Mirage, de unos 100.000 metros cuadrados, hay aproximadamente un millar de cámaras de vigilancia. El software que llevan detrás identifica movimientos sospechosos, como por ejemplo llevar bigote y tatuajes y jugar durante mucho tiempo a la ruleta, o estar escondido detrás de una escalera.
Además, las tarjetas de fidelización incluyen un perfil completo del cliente (nombre, fecha de nacimiento, dirección, cantidades que juega normalmente, cuántas veces ha visitado ese casino, etc).
Pero hay veces que el fraude se destapa precisamente de la correlación de datos aparentemente normales. Por ejemplo, se ha dado el caso de un jugador que siempre perdía, pero que en ocasiones coincidía con un jugador que ganaba grandes cantidades. El que hacía trampas era el primero, pero resultó que ambos estaban compinchados.
En otras ocasiones, ha resultado que el croupier y un jugador habitual han compartido habitación en el hotel, o que uno de ellos aparece como el contacto de referencia del otro en un contrato de alquiler de coche (más ejemplos reales). Existen, igualmente, programas capaces de detectar si un jugador está contando las cartas, como es el caso de TableEye21, de la empresa canadiense Prem Gururajan.
Diario Expansión de España
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