En Marte, la última película de Ridley Scott, Donald Glover interpreta a Rich Purnellun, un joven Millennial que da con la clave para la vuelta a casa de toda la tripulación de Ares III. Rich no es amigo de las normas, de hecho ha convertido su lugar de trabajo en su vivienda: allí duerme cuando puede y come cuando se acuerda. Su trabajo da sus frutos y tiene que convencer al director de la NASA de que es la única solución posible. Se lo hace saber cara a cara, tratándole de tú a tú, y también deja entrever cierto grado de insolencia que sorprende al jefazo.
Actitud y aptitud
La actitud de estos jóvenes -algunos no tanto, los primeros nacieron en 1980-, sus conocimientos digitales y una concepción distinta del trabajo que ha deslumbrado a las empresas durante más de un lustro, está en declive. “Son exigentes, impacientes y ambiciosos, características que llevadas al extremo pueden tener consecuencias negativas. En general se les asocia con arrogancia y poca disciplina, aunque pienso que no siempre es cierto y que, en cualquier caso, son aspectos que quedan compensados con el alto grado de preparación y sentido de cooperación”, explica Gina Aran, profesora del Máster de Gestión y Dirección de recursos humanos de la UOC.
Muchos aseguran que se trata de la generación mejor formada de la historia. Óscar Massó, director de estrategia de Sodexo BI, puntualiza que quizá sea la más mimada: “La mayoría se ha encontrado con la tecnología y los avances ya construidos. Esto puede darles una visión de las cosas sencilla pero poco profunda. Creo que tienen muy claro dónde vamos, pero no tanto de dónde venimos desde el punto de vista del progreso”. Pilar Jericó, presidenta de Be-Up, advierte de que “la memoria ha cambiado. Esta generación maneja todo a base de Google: es más saber buscar que memorizar”.
La diferencia
Jericó hace referencia al libro de Gary Small, El cerebro digital (Ed. Urano, 2009), en el que el autor cuestiona si estamos creando una sociedad de tecnozombies. También analiza el síndrome de fatiga digital y los trastornos de déficit de atención que genera esa dependencia de las nuevas tecnologías. Massó apunta que “no sólo las habilidades tecnológicas son necesarias. Si luego no hay madurez e inteligencia social, habrá problemas”. Según María José Fraile, directora de recursos humanos de Meta4, la gran diferencia de la Generación Y “es que por primera vez trae algo que otra no conoce. Sin embargo, carece de humildad de aprendizaje. Le falta ese punto.Hay ciertas cosas que las da la experiencia, por eso es necesario el mentoring inverso”. Asumir que la Generación X -nacidos entre 1965 y 1980- y los Baby Boomer -nacidos entre 1946 y 1965- son sus maestros es algo de lo que adolecen.
Los nativos digitales critican la adicción al trabajo y hasta el compromiso con la organización que practican sus antecesores. Pero las cosas están cambiando y ahora que el mercado laboral se mueve, todas las generaciones demandan conciliación, flexibilidad laboral y un entorno que promueva la creatividad. Ya no es sólo patrimonio de los veinteañeros y treintañeros. Y, por otra parte, Fraile recuerda que “los Millennials están creciendo y, al margen de sus expectativas, van a buscar cierta estabilidad y solidez salarial. Tenemos que quitarnos el cliché de la juventud y no olvidar que hay profesionales de la Generación X que aún no tienen ni buenos puestos ni un buen sueldo”.
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Las carencias*
En Everis el 65% de la plantilla es Millennial. Pablo Lozano, responsable del talento joven en el área de people de la consultora, afirma que “trabajar con ellos nos ha permitido gestionar la organización de una manera distinta, y también trabajar en la fidelización y el compromiso a largo plazo. Son inquietos, tienen intención de aprender y buscan desafíos. Añadiría que les gusta trabajar en un marco de libertad, autonomía y exento de burocracia; y tienen capacidad para tomar decisiones sin que ello suponga un perjuicio para la organización”.
La profesora Aran coincide con Lozano en la conveniencia de contar con la Generación Y. “Es un regalo que impulsa a la empresa hacia la transformación digital”, afirma, pero confiesa que, “en algunos casos, nos encontramos con Millennials que no saben resolver un problema si no es a través de una app, o no poseen habilidades de comunicación personal e interpersonal que, siguen siendo imprescindibles porque el mundo 1.0 también existe”.
Fraile destaca que “están habituados a la acción y a la reacción inmediata. Deben entender que hay una demora y que no pesa igual la opinión de todo el mundo”. Aran cree que ese cortoplacismo “es una trampa para evolucionar como individuos y sociedad”. Por otra parte, Fraile asegura que estos jóvenes “tienen que trabajar en la persuasión, no pueden pretender que la empresa se adapte a su forma de trabajar”.
Diario Expansión de España
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