Para ser feliz en el trabajo debes tener vida fuera de la oficina

Somos personas antes que profesionales, y aunque es más que legítimo aspirar a la satisfacción laboral -algo que resulta muy complicado-, centrarse sólo en el ámbito del trabajo no nos da la felicidad completa.

El equilibrio es la clave, sobre todo si se tiene en cuenta que no existe ni el jefe, ni la empresa, ni el puesto perfecto. Necesitamos una vida fuera del horario laboral.

Buscar la felicidad en el trabajo es un sueño que (casi) puede hacerse realidad. Fiar al trabajo toda nuestra satisfacción -personal y profesional- puede convertirse en una pesadilla, sobre todo porque no existe la actividad, ni el puesto, ni el jefe ni la empresa perfecta; y porque hasta el trabajo que hoy nos parece idílico puede llegar a frustrarnos más pronto que tarde.

Más aún, sin una vida fuera del trabajo o después del horario de oficina, resulta complicado que pueda funcionar nuestra vida profesional. Ovidio Peñalver, socio director de Isavia, recuerda que “somos antes personas que profesionales, por lo que, cuanto más feliz y equilibrada sea nuestra faceta personal, mejores profesionales seremos. Hay que tener mucho cuidado con jugar únicamente la baza de ser feliz en el trabajo”.

Jorge Cagigas, socio de Epicteles, coincide en que “el mundo del trabajo es uno de los espacios en los que el ser humano se desarrolla como persona. Ese ámbito laboral debe aportar y complementar los otros aspectos”.

Se trata de lograr el equilibrio entre todas las piezas -la vida personal, la social, la curiosidad intelectual, el ámbito emocional, el familiar, el laboral, etcétera-, porque poner demasiado énfasis sólo en una de ellas va en detrimento del resto.

Si hay desequilibrio, todo se viene abajo. Peñalver añade que “ser feliz es disfrutar y hacer disfrutar a quienes tenemos alrededor. Es una emoción; se trata de algo auténtico imposible de maquillar, y que se contagia. Si somos personas felices seremos profesionales satisfechos”.

José María Gasalla, profesor de Deusto Business School, añade que “lo que se puede medir, aquello que es posible gestionar, la lucha o la competitividad suenan a trabajo. Y necesitamos una vida más allá de esto, en la que se plantee realmente el largo plazo. Se hace necesario el escape de la vida fuera del trabajo, salir de la caja, porque en nuestro ámbito profesional representamos papeles, nos ponemos caretas y no somos nosotros mismos. En el trabajo gastamos mucha energía actuando como se espera que tenemos que actuar”.

Es posible que decidas sacrificar una parte de tu vida para venderte bien y estar cerca de quien puede promocionarte o conseguirte un ascenso. Esa apuesta tiene contrapartidas.

Hay quien concede una gran importancia a saber venderse donde priman las relaciones personales, aunque esto es mejor hacerlo en horario de oficina. Normalmente, si son necesarias otras horas para llevarlo a cabo significa que algo no funciona en la compañía.

También conviene tener en cuenta las conclusiones de una investigación de la consultora LeadershipIQ, que dicen que “pasar el tiempo justo con quien te manda te hace más feliz en el trabajo”.

Las horas que pasamos con nuestros jefes influyen además en nuestros niveles de inspiración, creatividad, compromiso y motivación.

Así, más de seis horas semanales con un superior directo perjudican seriamente esos niveles de motivación y creatividad.

Asimismo, se ha de recordar que socializar demasiado en el trabajo puede ser un arma de doble filo.

Es cierto que aquellos profesionales que impulsan la amistad en su compañía y organizan actividades sociales en el lugar de trabajo tienen un 40% más de posibilidades de promocionar en los dos años siguientes. Y que un buen amigo en el puesto habitual incrementa la satisfacción profesional en un 50%.

Pero hay que huir de ciertas fórmulas de relación personal más allá del trabajo. En ocasiones, quedar con el jefe y los compañeros fuera del horario de oficina para cualquier actividad lúdica puede resultar complicado para quienes tienen hijos pequeños, o para aquellos que distinguen la esfera profesional de la personal.

Trabajar de otra forma
Nadie te va a considerar peor profesional por querer trabajar de forma distinta, incluso aunque la búsqueda de ese modelo de actividad se pueda identificar con “trabajar menos”.

Debes tener en cuenta que esta concepción del trabajo es típica incluso de la mentalidad start up, es decir, de aquellas compañías en las que sus profesionales disfrutan de los fines de semana y salen de la oficina a horas sensatas.

Estas empresas se caracterizan por la velocidad, la agilidad, los nuevos ritmos de trabajo, la flexibilidad, y una organización horizontal y colaborativa. Allí no existe el presentismo ni la multitarea inútil que no aporta ningún valor.

Son todo lo contrario a la cultura del alto rendimiento aparente, que deja en la organización una falsa sensación de actividad que lleva a ir corriendo a todas partes, a llegar tarde, a la apariencia permanente de que se está desbordado y de que se trabaja mucho. Este rendimiento aparente valora y recompensa a quien va de agobiado.

Las empresas que lo fomentan animan a permanecer más de lo debido en el lugar de trabajo, porque allí se valora más la presencia que la productividad. Se trata de entornos laborales en los que está bien visto quedarse siempre hasta el final… y más allá.

Trabajar en exceso y centrarse en el presentismo influye negativamente en la creatividad y en la capacidad de innovación de las organizaciones e impacta en la calidad del talento organizativo. La productividad es algo inherente a quien está verdaderamente enganchado, pero no tiene que ver con pasar más horas en la oficina.

Algunos ejemplos recientes fomentan el hecho de “trabajar menos”. Es el caso de Goldman Sachs, tras el episodio de Moritz Erhardt, un becario de Bank of America en Londres que falleció en 2013 al sufrir un ataque epiléptico tras 72 horas seguidas de trabajo en el banco.

Goldman Sachs ha diseñado una estrategia para mejorar las condiciones laborales de sus banqueros júnior, que cumplían con horarios de hasta 100 horas semanales.

Y JPMorgan recomendaba recientemente a su equipo de banca de inversión que “se lo tomara con más calma durante el fin de semana”. Además, esto lleva a que los profesionales sean más felices y decidan quedarse. Y de paso la compañía resulta atractiva para los futuros graduados que salen de las universidades más prestigiosas.

Lo aceptable
Ser un profesional de alto rendimiento no significa ser un workaholic, ni un trabajador extremo, porque esto no es sostenible y lleva a la ineficacia y al estrés. Debe haber un equilibrio en ser feliz trabajando. Hay quien se refiere a una categoría “aceptable” de workaholic que puede ser beneficiosa para el empleado y también para el empleador. No son enfermos por el trabajo, ni locos. Quieren dejar las cosas hechas, y esto es lo que satisface sus ansias de realización.

La Escuela de Negocios de Rouen, en Francia, ha realizado un estudio que asegura que “existe una cierta adicción al trabajo que, lejos de ser perniciosa para la salud y la mente, puede ser constructiva”.

Más que estresados, los workaholic simplemente “creen en un equilibrio diferente y se mueven en parámetros de conciliación distintos a los del resto de profesionales”.

Gasalla recuerda que “el trabajo que se desarrolla desde una pasión -como el de un artista, el de aquel que se realiza plenamente, o el del que encuentra verdadero sentido en lo que hace- engloba la mayor parte de su vida y proporciona numerosos alicientes. Pero la mayoría de los trabajos no se sitúan alrededor de una pasión”.

Sin embargo, Ovidio Peñalver se refiere a ciertos autoengaños, y en esta categoría incluye a los workaholic: “Dicen que son felices, y de alguna manera lo son, pero hay que analizar cuál es el coste. Conseguir el logro laboral implica un gran subidón de adrenalina, pero si desatiendes tu vida personal te arriesgas demasiado”.

Diario Expansión de España
Red Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE)

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