(Bloomberg) Los entusiastas de las criptomonedas han encontrado la manera de recaudar cientos de millones de dólares sin el incordio de registrarse ante la Comisión de Valores y Bolsa (SEC, por sus siglas en inglés): vender tokens digitales en un blockchain. Pese a lo burbujeante que parece este nuevo mercado, en realidad podría resultar muy útil.
Las ventas de tokens se conocen como ICOs, la sigla de Initial Coin Offerings (u ofertas iniciales de monedas). Los tokens digitales son activos transferibles que pueden canjearse por bienes y servicios futuros, como las tarjetas de regalos de Amazon o los tokens de Chuck E. Cheese.
Pero en este caso, el vendedor del token todavía no ha construido nada y planea usar los fondos adquiridos para crear el servicio propuesto.
Este modelo de financiamiento colectivo es similar a Kickstarter, con el beneficio agregado de la liquidez inmediata y el acceso global. Balaji Srinivasan, socio de Andreessen-Horowitz se refiere a las ventas de token como “Kickstarter con esteroides”. Teniendo en cuenta toda la publicidad reciente, se parecen más a Kickstarter con crack.
La semana pasada, en una conferencia llamada Token Summit, los panelistas se jactaron de que los proyectos de blockchain en etapa inicial han recaudado más de US$ 150 millones desde enero, una suma que deja al capital riesgo semejante a un pegajoso frasco para propinas.
El mes pasado, un mercado de predicciones llamado Gnosis recaudó el equivalente de US$ 12.5 millones de ether –una especie de análogo del bitcoin- en una ICO que cotizó el 5% del total de sus tokens.
El precio de mercado de ether aumentó desde entonces ocho veces, lo que en cierto modo da a Gnosis una valoración implícita de unos US$ 2,000 millones. El miércoles, una compañía de publicidad basada en blockchains llamada Brave recaudó el equivalente de US$ 35 millones de ether en apenas 30 segundos.
Miles de aspirantes a compradores fueron rechazados simplemente por ser demasiado lentos.
El auge del financiamiento con tokens tiene dos motores principales: las altísimas valoraciones de las criptomonedas y la ausencia de un ecosistema económico para absorber dichos aumentos.
La mayoría de las ventas de tokens se manejan en el blockchain Ethereum, que fue financiado a su vez por una venta de tokens en 2014 utilizando Bitcoin. Los tokens ether iniciales se adquirían por un precio promedio inferior a los 25 centavos, pero en la actualidad se negocian a más de US$ 230.
Aparte del juego y la especulación no hay muchos usos populares para la moneda digital en este momento. Una oferta reciente de tokens llamada PonzICO promete utilizar los ingresos para comprar al fundador un Tesla. Los tenedores de tokens no reciben más que el derecho a votar por el color del auto, y de alguna manera ese proyecto recaudó casi US$ 3,000.
En una propuesta más humilde, Albert Wenger de Union Square Ventures sugiere que el financiamiento con tokens podría emplearse para financiar infraestructura digital.
Los protocolos de software que hacen funcionar internet fueron creados hace décadas, en gran medida con la ayuda de financiamiento gubernamental. Hoy, ese software tiene una absoluta necesidad de mantenimiento, pero nadie quiere pagar por un bien público.
Los pioneros de internet reconocieron que la adopción generalizada sólo podía tener lugar si el software era gratis y libre. Este movimiento a favor del código abierto creó bibliotecas de software donde los desarrolladores tienen la libertad de ver, modificar y distribuir código fuente sin costo.
Algunas de las piezas más importantes del mundo digital actual derivan de los componentes esenciales del código abierto: Android utiliza el núcleo Linux, Mac OS emplea partes de FreeBSD y Open SSL encripta todo nuestro correo electrónico y nuestras páginas web.
Tendría que haber, al parecer, una forma de extraer una ganancia de los aportes utilizados por tantas personas, pero regalar software rara vez es un buen modelo de negocios.
Los proyectos descentralizados son necesariamente gratuitos y abiertos si pretenden tener alguna esperanza de adopción, de modo que los tokens digitales podrían resultar una inversión igualmente mala.
No obstante, hasta los agujeros financieros pueden beneficiarse con el ecosistema: basta ver todo el ancho de banda que construyó el auge tecnológico de fines de los años 1990.
No todos los compradores de tokens probablemente lo estén haciendo por caridad. Algunos lo ven como una forma de entrar en el próximo Uber. La característica más atractiva del token es su distinción de la transacción subyacente. Las fichas coloridas del casino hacen que apostar parezca un juego.
Un niño arrojando tokens de Chuck E. Cheese en una máquina de premios no genera la misma preocupación que un niño poniendo baldes de monedas de 25 centavos en una máquina tragamonedas. Tal vez el valor real de un token de blockchain resida en preservar la ilusión de apostar financiando en realidad un bien público.