Luego de varias décadas de ser considerado como el “Santuario del Narcotráfico”, el Valle de Monzón es –desde el pasado 18 de enero- objeto de un hecho sin precedentes: la erradicación del cultivo ilegal de hoja de coca.

A la fecha, se ha logrado erradicar más de 1635 hectáreas de hoja de coca, destruido 1720 metros cuadrados de almácigo y 5 laboratorios clandestinos de elaboración de droga.

Para Jaime Antezana Rivera, integrante del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Católica, si bien el ingreso del Estado peruano a dicha zona es destacable, la migración de los principales narcotraficantes –que operaban en el Monzón- a otras zonas del país es preocupante.

Cuando la erradicación entró, pese a la resistencia de los cocaleros, por primera vez en la zona de Aucayacu, los narcotraficantes efectuaron una lectura rápida de su ‘clima de negocios’ y previeron que el próximo blanco de las operaciones sería el Valle del Monzón, por ello, comenzaron a dirigirse -después del 2008- a otros lugares del territorio nacional, cuenta el especialista en asuntos de narcotráfico.

La zona de Pichis-Palcazu que cubre las provincias de Oxapampa en Pasco y la provincia de Puerto Inca en Huánuco marcha a convertirse en un nuevo VRAEM, dado a que es sumamente amplia, los cultivos de coca están en pleno apogeo, e incluso hay zonas de narco vuelos donde aterrizan avionetas para el traslado de cocaína, advierte.

En esa línea, la provincia de Sandia en Puno y varias provincias de Loreto, entre ellas, Ramón Castilla, son otros lugares a donde fueron desplazándose los narcotraficantes más importantes del Monzón desde el 2008.

En palabras de Antezana, las labores de erradicación deberían darse a nivel nacional para así debilitar al narcotráfico, sin embargo, efectuar este tipo de operaciones en determinadas zonas es como jugar al gato y al ratón.

Factores que propiciaron el ingreso del Estado
Corría el año 2008, cuando cocaleros del Monzón y de Aucayacu pretendieron llegar a un acuerdo con el Gobierno para frenar las operaciones de erradicación que ingresaba a las partes más importantes de producción de hoja de coca en Aucayacu. Pese a las medidas de fuerza, no se logró el ansiado acuerdo.

Es así que el discurso de la Federación Cocalera del Monzón –que planteaba el cese de la erradicación- se vio afectado originando una crisis de representación, explica Antezana Rivera.

Esta se vio agravada con la renuncia de todos los dirigentes de la Federación, luego de ser responsabilizados por los pobladores de la muerte de dos personas, quienes –junto a un grupo- fueron azuzadas para frenar las labores de erradicación en una zona cercana al Monzón, donde hubo un enfrentamiento con las fuerzas del orden.

Según el sociólogo, tras la captura de Artemio, se disolvió una organización armada capaz de unirse a los grupos de cocaleros que buscaban impedir la erradicación de hoja de coca, mediante el ataque a los trabajadores del Corah y a los policías.

Ambos elementos sumados al ingreso del Estado a la periferia del Valle del Monzón denominada ‘La Banda’ en agosto de 2012 y, a las labores de interdicción en los últimos tres años propiciaron el desplazamiento de los principales narcotraficantes a otras zonas y el consecuente ingreso del Estado peruano.