(Bloomberg).- El improvisado estrado de música, en una polvorienta intersección de pollerías, contaba con un guitarrista y flautista andino que trataban, sin mucho éxito, de atraer una multitud. Era un domingo soleado en la sureña ciudad peruana de Moquegua, otrora fortaleza Inca, y el locutor prometía que en cualquier momento estaría ahí el próximo presidente del Perú, ¡Pedro Pablo Kuczynski!
El volumen de la música subía, se agitaban banderas y la multitud crecía hasta varios centenares. Pero incluso después de su llegada, saliendo de forma rígida de una camioneta, era difícil ver a Kuczynski, quien decide no subir al estrado sino dar una charla de 12 minutos frente al mismo, hablando reflexivamente de un gobierno transparente, un nuevo hospital regional y agua potable para diez millones de peruanos que carecen de ella. Él se mezcla brevemente con la multitud, y luego prosigue su camino.
Es difícil imaginar un candidato que, en el papel, sea mejor que Kuczynski para dirigir un país latinoamericano en este momento post populista de menores precios de las materias primas. Un exfuncionario de banco central, ministro de Finanzas y ejecutivo de Wall Street, PPK, como se le conoce, habla tres idiomas con fluidez perfecta.
Contemplativo y apasionadamente dedicado a llevar a su país a la modernidad, PPK evita a los asesores y acepta preguntas con excepcional apertura.
Él conoce a todos los que son alguien en financiación de desarrollo global y está planteando una estrategia para vender inmediatamente US$ 6,000 millones en bonos gubernamentales para financiar proyectos de infraestructura en esta nación subdesarrollada y con bajo porcentaje de endeudamiento.
PPK aprendió la importancia del servicio público a temprana edad, viviendo en la Amazonía cuando era niño mientras que su padre, un médico nacido en Berlín, ayudaba a eliminar la lepra en el Perú.
Pero a sus 77 años, Kuczynski enfrenta a Keiko Fujimori, la bien adoctrinada y políticamente hambrienta hija de 41 años de edad de un expresidente preso, que promete frenar el aumento del crimen de la forma en que su padre derrotó el terror maoísta hace un cuarto de siglo.
Y juzgando por la muestra un tanto patética del estrado musical en Moquegua, hacer campaña no es el punto fuerte de Kuczynski. Él demuestra una calmada sabiduría; ella emite fuego.
Preocupaciones de los votantes
“Ella es una política brillante, mientras que él es absolutamente apolítico”, comenta Julio Cotler del Instituto de Estudios Peruanos en Lima. “Él toca la flauta y piano, ha escrito geniales textos académicos y ha sido un funcionario senior. Pero no tiene ese verdadero capital político sobre el terreno. Y la inseguridad a causa de la delincuencia es la mayor preocupación de los votantes en este momento”.
La despreocupación de Kuczynski fue evidente cuando, en medio de esta carrera tan pareja, salió del país durante una semana para ir a Nueva York. Su última hija Suzanne, que asistirá a Princeton, cumplía 18 años y se graduaba como la primera en su clase de internado escolar. Él quería estar allí.
También visitó a su otra hija, la exreportera del New York Times, Alex Kuczynski, y habló ante el Council on Foreign Relations, donde la mitad de los participantes lo conocían de anteriores encuentros en el Banco Mundial, Universidad de Oxford, First Boston Corp. y las canchas de squash.
La visita a Nueva York fue tan confusa que se difundieron rumores de que se había escabullido para ver a un médico por un problema de salud.
Fujimori, quien ha estado recorriendo pueblo tras pueblo en una campaña de cinco años, lo acusó de arrogancia gringa y que prefería a sus amigos de Wall Street en vez de las personas que sufren en el Perú. Su posición en las encuestas cayó. Y PPK dijo con franqueza compungida, “si hubiera sabido que me iba a costar tanto, no habría ido”.
Temas abiertos de conversación
Kuczynski accedió a dos entrevistas, una cerca de Moquegua durante un almuerzo, y dos días más tarde en su casa de Lima con pisos de cerámico rojo, puertas francesas, sillones tapizados en brocado y piscina al aire libre. No trae ningún colaborador ni consulta los puntos a tratar. Fujimori dice a través de uno de sus operadores que no concede entrevistas a medios extranjeros.
Esta diferencia de enfoque –uno muy centrado en ganar votos, el otro conscientemente internacionalista– será puesta a prueba el domingo. Incluso aquellos que sienten afecto y admiración por Kuczynski y creen que sería un excelente presidente, se preguntan si podrá imponerse.
“Los peruanos se preguntan a sí mismos, ‘¿Puede él representarme?’” dice inquietado Felipe Ortiz de Zevallos, exembajador en Washington, financiero y amigo. “‘¿Puedo confiar en este tipo? Es viejo, sus padres eran europeos, su esposa es estadounidense, sus hijos viven en Estados Unidos’. Mientras tanto, Keiko envía el mensaje de que ella representa a los pobres y él a los ricos”.
Trazando distinciones
Hay cierta ironía aquí. Aunque Fujimori luce más cómoda en un poncho andino que Kuczynski, quien podría parecer un turista, ella es de origen japonés, casada con un estadounidense, educada en Boston y Columbia, y criada con mimos en el palacio presidencial. Y sus políticas económicas, como las de su padre, no son muy diferentes de las de Kuczynski.
A la comunidad empresarial les gusta ambos. Cuando Keiko perdió en el 2011 ante el actual presidente Ollanta Humala, Kuczynski la apoyó en la campaña. Pero las elecciones, por supuesto, se tratan de hacer distinciones.
En sus apariciones públicas, Fujimori se compromete a luchar contra el crimen aplicando la pena de muerte para los violadores de niños y permitiendo a los policías tener un segundo empleo, como lo han hecho en el pasado, para aumentar sus ingresos.
En un mitin la semana pasada en un barrio pobre de Lima, Keiko dijo a una multitud, “La delincuencia viene aumentando porque no ha habido un líder que enfrente el problema de forma directa. Bueno, aquí estoy yo”.
Ella promete traer de vuelta los programas de su padre, que ofrecían uniformes y calzado escolar gratuitos. Las propuestas de Kuczynski, según ella, solo beneficiarán a las grandes empresas.
“Nadie en Suiza produce drogas”
Kuczynski tiene un plan de lucha contra el crimen que incluye mayores salarios para los policías y una limpieza del sistema judicial, pero es más amplio y de mayor riesgo en su concepción. PPK cree que el origen de la violencia criminal en el Perú es el tráfico de drogas – “nadie en Suiza produce drogas”, dice – y su idea es convencer a los comerciantes y productores de coca a abandonar sus cultivos ilegales por algo legítimo y lucrativo.
Así que fue a la región cocalera del Perú e hizo la sugerencia. “Les dije, ‘ustedes son una empresa moribunda’”, dijo PPK. “‘Las drogas sintéticas van a acabar con ustedes. Lo que solía darles S/ 100 (US$ 30) ahora les da S/ 40. Vamos a elaborar un mejor modelo de negocio para ustedes. Y vamos a empezar por la construcción de carreteras aquí. Ellos escucharon”.
PPK quiere reducir drásticamente los impuestos con la idea de formalizar al gran número de empresas que operan fuera del sistema tributario, lo que los peruanos llaman de forma cortés ‘la economía informal’. Se les ofrecerá amnistía para que sean negocios legítimos y luego puedan beneficiarse de préstamos bancarios normales en lugar de los créditos abusivos que reciben ahora.
Kuczynski señala que si bien el Perú ha sido la economía de mayor crecimiento en la región y se ha ganado una calificación con grado de inversión A, el endeudamiento formal ha sido insignificante –equivalente al 35% del PBI, en comparación con casi el 200% en Estados Unidos. “Necesitamos gastar más”, dice. “Somos una democracia en desarrollo”.
Sinceramiento interno.
Al igual que muchos otros países de América Latina, el Perú se benefició de un auge de diez años de materias primas (principalmente en minería, en su caso) y de la inversión china que sacó a muchos de sus 31 millones de habitantes de la pobreza hacia una tentativa clase media. Pero a medida que la economía de China se ha desacelerado y los precios de las materias primas se desplomaron, el Perú, al igual que Argentina, Brasil y Venezuela, enfrenta decisiones difíciles y una especie de sinceramiento interno.
A diferencia de sus vecinos, el Perú no ha sido un bastión del populismo de izquierda en los últimos años sobre todo porque en la década de 1980 sufrió la amenaza terrorista del grupo Sendero Luminoso.
El padre de Fujimori, Alberto, obtuvo una victoria sorpresiva en las elecciones de 1990, eliminó el grupo e introdujo políticas económicas orientadas al mercado. Luego se descubrió que había autorizado la existencia de escuadrones de la muerte y se vio envuelto en corrupción, por lo que ahora está en la cárcel.
Tendencias más oscuras
Su legado, dividido entre polos de admiración y desprecio, proyecta una larga sombra en esta elección. Su hija se ha comprometido a tomar lo mejor de ese legado, mientras que sus oponentes alegan que Keiko también cederá a tendencias autoritarias mezcladas con corrupción generada por la droga. Los fujimoristas dominan el Congreso, y se cree que ella y sus congresistas caerán presa de la influencia y tendencias más oscuras de su padre.
“Está bastante claro para todos que Keiko quiere sacar a su padre de la cárcel, y él manejará los hilos”, dice Kuczynski. “Se trata de una dinastía muy diferente a los Bush.”
Un whisky servido por un chimpancé
Ya sea que Kuczynski gane o no la presidencia, su vida ha sido notable. Nació en Lima en 1938, su padre Maxime Kuczynski tenía un origen judío parcial, su madre Madeleine Godard era una protestante de origen francés, especialista en literatura y prima del cineasta Jean-Luc Godard.
Cuando PPK era un bebé, la familia se trasladó a Iquitos en la Amazonía peruana. Maxime trabajaba en una colonia de leprosos en las áreas aledañas. Kuczynski recuerda a un chimpancé de la familia que servía whisky a su padre en las noches. El lenguaje de la casa era francés.
Cuando tenía diez años, su padre fue encarcelado durante un año por la dictadura militar y luego él, su hermano Michael (ahora decano en Cambridge) y su madre pasaron un año en Suiza. Los chicos terminaron la escuela en el norte de Inglaterra.
Pedro Pablo pasó un año en Londres en la Royal Academy of Music enfocado en la flauta y piano. Luego se trasladó a Oxford, a la escuela de posgrado en Princeton y fue contratado por el Banco Mundial, convirtiéndose en un ejecutivo ahí antes de cumplir los 30 años.
Volvió al Perú para trabajar en el banco central. En octubre de 1968, cuando cumplió 30 años, hubo otro golpe militar. Él era subdirector del banco y sus jefes estaban fuera del país en una reunión del Fondo Monetario Internacional. El nuevo gobernante del Perú, Juan Velasco, citó a Kuczynski a su oficina.
Inmunidad diplomática
“Puso una pistola en la mesa”, recuerda Kuczynski. “Quería saber dónde estaba el dinero”. Al igual que su padre, Kuczynski fue encarcelado pero logró salir después de unos días. Viajó hacia el norte del país, entrando a Ecuador con el agua hasta el cuello, y siguió caminando durante casi tres semanas. Voló a Washington y fue contratado por el FMI, que le concedió inmunidad diplomática, lo que le permitió sacar del país a su esposa e hijos, entonces bajo arresto domiciliario.
Después de eso regresó al Banco Mundial, donde el entonces presidente Robert McNamara le dijo que vaya a Wall Street y aprendiera sobre finanzas desde el interior. Comenzó en Kuhn Loeb & Co., y luego fue a First Boston y Halco Mining Inc., un consorcio de bauxita, antes de dirigir su propia firma de capital privado durante una década. En medio de todo esto, se desempeñó como ministro de Minas del Perú.
Finalmente volvió al Perú en la década del 2000 y estableció una ONG para ayudar a construir suministros de agua para las comunidades pobres y ejerció como ministro de Finanzas en dos ocasiones, así como primer ministro. Su primera candidatura presidencial fue en el 2011, cuando no pudo pasar la primera ronda.
Esta elección puede ser su despedida. Isabel Olaya, que estaba friendo plátano y sirviendo carne de cerdo y arroz en un puesto ambulante cerca de un mitin de Fujimori la semana pasada, tuvo esta observación de la contienda: “El Sr. Kuczynski está bastante viejo ahora, mientras que Keiko es joven, es madre, y es una luchadora”.
Kuczynski no negaría esa descripción. Su argumento de campaña, de hecho, hace eco de ella. Como él mismo dice, “Perú es altamente volátil. Nuestra estrategia es demostrar que somos los chicos tranquilos”.