Existen diversas entidades que certifican la calidad educativa, pero una universidad debe elegir con quién acreditarse, de la misma manera en que una persona elige ver un partido en un torneo de fútbol, aseguró Eduardo Mindreau, catedrático de la Universidad del Pacífico.
“Una universidad debe poner las cartas sobre la mesa o sobre ‘la cancha’, es decir, existen jugadores que participan en el Mundial de Brasil, o hay otros que participan en un torneo de clubes, o aquellos que juegan en segunda división. Esa misma comparación debe darse en las acreditadoras, porque la ‘liga nacional’ representa el Estado peruano, y las otras ligas serían las americanas o europeas”, agregó.
Según Mindreau, sea cual fuese la acreditadora que una universidad elija, lo importante es que mantenga los indicadores que garanticen la certificación de calidad justa, para que los alumnos no se sientan estafados.
El fin supremo de una universidad -acotó- debe ser primero, el de formar profesionales y habilitarlos para la vida; el segundo debe ser el crear y desarrollar la investigación; y el tercero, divulgar el conocimiento en la sociedad.
“Estos tres roles tienen manifestaciones distintas, pero en los tres la educación siempre será un servicio público, y es así como debe enfocarse. El fin supremo busca la educación”, agregó.
El origen de las universidades
Según Mindreau, las universidades públicas dieron origen al sistema. Así, la primera universidad pública en crearse fue la UNMSM, luego se originaría la UNI, y la Agraria de La Molina. Estas tres universidades emblemáticas concentraron todo el mercado en Lima, pero era necesaria una expansión.
Mindreau opinó que mientras se desarrollaban las universidades públicas, las turbulencias políticas cada vez más repuntaban, y repercutían fuertemente en la gestión de las universidades.
Frente a este escenario surgen las universidades privadas en la década de los 60’s como subsidiarias, cuyo sistema era muy parecido al de las públicas, pero no iguales. Finalmente, surge un tercer grupo de universidades “que las personas estén dispuestas a invertir con un capital y que se manejen como empresas”.
Según Mindreau, este último grupo -el que se maneja como empresa- con fines de lucro debería tener las mismas características que un negocio, es decir, una empresa no tiene beneficios tributarios, entonces, aquella universidad tampoco debería tenerlos.
Su sistema se basa en que los clientes son los alumnos, el producto es la formación universitaria, y los inversores, son aquellos que hacen uso de la publicidad.
Respecto a este grupo de universidades, Mindreau lo detalló en la reciente publicación de su libro: “La universidad desde adentro. Características, comportamiento, y gestión”.
Lo que resalta es que la universidad vista como empresa, debe formar a sus directivos contratados, mientras que en las públicas son nombrados, y en las privadas son electos.
Sus programas de enseñanza también son diferentes porque están condicionados por la demanda, mientras que en las públicas son determinados por el Estado, y en las privadas son definidos por la misma universidad.
Y lo más importante, sus títulos académicos tienen que pasar por un sistema de acreditación, sí o sí, mientras que las públicas deben ser garantizadas por el Estado; y las privadas, por la misma universidad.
Más filiales, más lucro
“Toda empresa busca abarcar más mercados a través de la diversificación. De la misma manera, una universidad se abrirá hacia el mercado con más carreras y llegando a más regiones del Perú”, puntualizó.
Para Mindreau, el servicio público de la universidad, es decir, la educación debe tener dos condiciones mínimas para funcionar en otras regiones. El primero es que el Estado debe dar la patente para permitir su funcionamiento, porque esta certificación le permitirá dar un servicio educativo. “Esta característica aplica para cualquier universidad, inclusivo para las que tienen fines de lucro”, agregó.
El segundo punto es buscar la acreditación, porque la formación de profesionales requiere la garantía del Estado para resaltar su calidad frente a los alumnos o usuarios. “Sea cual fuese la universidad -pública, privada o empresarial- el Estado debe garantizar un mínimo de estándar de calidad”, acotó.
¿Por qué hay tantas universidades en espera de acreditación? Para Mindreau, el servicio educativo es un buen negocio, y por ello, muchas universidades apuestan por buscar su acreditación, aunque ello conlleve tiempo para vender ‘el paraíso terrenal’.
La recomendación del catedrático es robustecer a las universidades públicas en las provincias y regiones, para que puedan servir a la población que no logra acceder a estos servicios en Lima. Pero, siempre cuidando la calidad de su servicio, y ahí el Estado cumple un papel importante, pero no fiscalizador.
¿Hay un rol fiscalizador en el Estado? Según Mindreau, el Estado tiene una función que cumplir en todos los sectores: salud, energético, educación, entre otros, pero este rol no debe verse como fiscalizador, sino como supervisor de tres elementos: el alumno, la empresa, y el Estado.
“Estos tres elementos deben funcionar en armonía para tener una educación de calidad, y principalmente, deben gozar de su autonomía, pero ésta no se pierde teniendo al Estado como supervisor, sino más bien se fortalece”, agregó.
El catedrático sostuvo que las universidades siempre guardarán su autonomía, porque si desean solicitar una carrera, tienen que sustentar todo lo referido a ello, así que el rol supervisor del Estado solo reconoce sus funciones.