(Bloomberg).- A lo largo de la campaña presidencial de Estados Unidos, Donald Trump se ha presentado como el candidato de “la ley y el orden”. El miércoles por la noche, en Las Vegas, durante el tercer y último debate con Hillary Clinton, demostró ser un agente de la anarquía y el desorden.

Cuando el moderador Chris Wallace le preguntó si aceptaría el resultado de las elecciones en caso de perder, Trump confirmó los miedos que había sembrado durante varias semanas. “Lo veré cuando llegue el momento”, señaló. “Te dejaré en suspenso”.

Resulta tentador interpretar esta declaración en el contexto de una larga historia de pronunciamientos irresponsables de Trump. Sin embargo, su negativa a aceptar el resultado de las elecciones tiene un carácter muy específico y descalificador: ataca al corazón de la democracia estadounidense.

Ni el Gobierno del país ni su política pueden funcionar si los candidatos presidenciales no aceptan la derrota y facilitan una transferencia de poder tranquila.

La declaración de Trump fue, como dijo Clinton, “espeluznante” pero no totalmente anómala. En el anterior debate presidencial, en San Luis, Trump prometió intentar encarcelar a su oponente si gana los comicios. También estas declaraciones fueron profundamente antidemocráticas y descalificadoras.

Hay numerosas razones para dudar de la capacidad y del temperamento de Trump, la más importante de todas, su propia campaña. Pero Trump acaba de dejar claro que su compromiso con las normas, procesos y estándares democráticos no puede darse por hecho.

El candidato promete imponer la ley y el orden alterando el estado de derecho e ignorando cualquier sentido del orden. Las próximas semanas podrían ser un tiempo peligroso para la democracia de Estados Unidos.