La Habana (AFP).- Cuba era Fidel Castro. Poco antes de la medianoche del viernes, la noticia de su muerte vació fiestas y vías, apagó sonrisas y paralizó a la isla que moldeó a su imagen durante medio siglo.
“Estábamos trabajando en el hotel cuando Raúl dio la noticia por televisión y todo el mundo quedó impactado, un momento muy triste”, contó Yaimara Gómez, empleada del Hotel Presidente, en La Habana.
Sin preámbulo alguno, el presidente cubano, hermano menor del legendario líder de la Revolución cubana que triunfó en 1959, apareció por televisión cuando muchos bailaban, bebían, flirteaban, compartían en el muro del malecón, a orillas del mar, o simplemente dormían.
“Con profundo dolor comparezco para informarle a nuestro pueblo y a los amigos de América y del mundo que hoy, 25 de noviembre, a las 10H29 horas de la noche falleció el Comandante en Jefe de la Revolución cubana Fidel Castro”, dijo Raúl con voz templada.
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Por muchos años la noticia falsa de la muerte de Fidel Castro puso los pelos de punta dentro y fuera de Cuba. Esta vez no fue ni siquiera un rumor: Fidel murió bajo absoluta reserva, probablemente en su casa de La Habana, el mismo año de su nonagésimo aniversario.
Hasta las primeras horas de este sábado nadie sabía las circunstancias del deceso, apenas la voluntad del líder de ser cremado. Sus cenizas recorrerán parte de la isla en una caravana que se extenderá por cuatro días y concluirá con la inhumación el 4 de diciembre en la ciudad de Santiago de Cuba (960 km al este de La Habana).
“Perder a Fidel es como perder a un padre, al guía, al faro de esta revolución”, dijo Michel Rodríguez, un panadero de 42 años que se enteró de la noticia a través de la radio cuando todavía tenía abierto su local.
En homenaje, Cuba guardará nueve días de duelo.
Atípica quietud
De a poco, se hizo el silencio en la isla de la rumba y del ruido permanente. Los medios cubanos, que por iniciativa de Fidel pasaron, todos, a manos del Estado en los años sesenta, tardaron en replicar la noticia. También ellos parecían en shock.
Granma, el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba (PCC), demoró casi cinco horas en actualizar su portada digital con la noticia que se regó por el mundo. Las calles y el malecón lucían vacíos, la policía cerró el acceso a la Plaza de la Revolución.
Marco Antonio Díaz, un lavador de autos de 20 años, estaba en una fiesta cuando, de repente, se detuvo la música. “Fidel murió”, oyó decir. La fiesta terminó abruptamente. “Regresé a casa y desperté a todo el mundo: Murió Fidel. Mi mamá quedó pasmada”, contó a la AFP.
Irreductible adversario de Estados Unidos, tan amado como resistido, Fidel Castro delegó el poder a su hermano hace una década debido a una enfermedad intestinal que casi le cuesta la vida.
Fidel ya no mandaba, no al menos directamente, pero su tácita presencia recorría de extremo a extremo esta isla de 11,2 millones de habitantes, 70% de los cuales nacieron bajo su era, durante la que impuso un régimen de inspiración comunista que universalizó la salud y la educación gratuitas, pero que también castigó cualquier disidencia.
“Yo nací con esta revolución y de verdad que tengo tristeza, porque él fue un hombre único, con sus defectos, con sus virtudes. Es una pérdida grande y es un hombre que no lo van a olvidar nunca ni los amigos ni los enemigos”, declaró Micaela Consuegra, una barrendera de 55 años.
Cuando Fidel Castro no publicaba un artículo sobre el cambio climático, el riesgo nuclear o incluso sobre el entonces candidato a la presidencia estadounidense Donald Trump, aparecía en fotos junto a personalidades mundiales que iban a visitarlo a su casa de retiro.
El 13 de agosto, cuando cumplió 90 años, apareció en un teatro en uno de los múltiples homenajes que recibió. Fue la última vez que se le vio en actividad.
En abril, en la clausura del Congreso del PCC, dejó un mensaje a modo de testamento: “Pronto seré ya como todos los demás. A todos nos llegará nuestro turno”.
A Blanca Cabrera, un ama de casa de 56 años, la noticia la tomó por sorpresa. Apenas se repuso del impacto, salió al jardín de su casa a fumarse un cigarrillo. Todavía visiblemente nerviosa expresaba su pena.
“A uno le cuesta creer que Fidel se haya ido, pero tuvimos la dicha de que nos acompañara por muchos años. Eso alivia el dolor”, dijo.
En su opinión, Fidel “preparó al pueblo para este momento” cuando pronunció su ya célebre discurso en el último congreso del PCC.
Para muchos cubanos, Fidel fue hasta el último momento un padre previsor.