(Bloomberg) Los chilenos tienen muchas opciones en la elección presidencial de noviembre, con candidatos que van desde un ultraconservador, un multimillonario y una figura de televisión, hasta una alianza que se encuentra a la izquierda del Partido Comunista. El resultado es una elección que es más difícil de pronosticar que casi ninguna desde el regreso de la democracia hace 27 años.
La fragmentación de la política refleja la ruptura del consenso económico en la nación más rica de Sudamérica. El rápido crecimiento del último cuarto de siglo terminó y los políticos están divididos sobre cómo restaurar el dinamismo que tuvo la economía.
Algunos sostienen que el modelo económico neoliberal impuesto por el ex dictador Augusto Pinochet está agotado y lo que Chile necesita ahora es una mayor igualdad y más intervención estatal para crecer más allá de las materias primas. Otros sostienen que el país ya ha ido demasiado lejos en su búsqueda de igualdad y el gobierno entrante debe hacer más para promover el libre mercado.
Para muchos chilenos ya es demasiado. Un cuarto de los electores está indeciso sobre por quién votar y la mitad podría incluso elegir no votar si las tendencias pasadas continúan.
El legado de Pinochet
Los últimos 44 años de política en Chile han estado marcados por un solo hombre: Augusto Pinochet. La alianza opositora está dominada por personas que apoyaron su dictadura; la alianza gobernante por aquellos que lucharon contra ella. Pero 27 años más tarde, y las viejas lealtades están empezando a derrumbarse.
Pinochet murió hace tiempo y la democracia está firmemente arraigada. Eso significa que los demócrata cristianos están empezando a cuestionar su lealtad a un bloque que incluye a los partidos Comunista y Socialista.
Al mismo tiempo, un nuevo grupo de partidos ha surgido en la izquierda exigiendo un cambio más radical, a menudo dirigido por personas que son demasiado jóvenes para tener muchos recuerdos de la dictadura. Para ellos, el simple hecho de oponerse a Pinochet ya no es suficiente para exigir lealtad a la coalición gobernante.
En el centro, han aparecido una nueva serie de partidos que apelan a los liberales en términos económicos, pero que tratan de deshacerse del pasado autoritario y conservador de la derecha.
Las elecciones ya no son una lucha entre dos bloques monolíticos definidos por su actitud ante una dictadura que terminó hace más de un cuarto de siglo.
Los candidatos
Frente a este nuevo escenario político, los chilenos irán a las urnas el 19 de noviembre, con una segunda vuelta el 17 de diciembre si nadie obtiene más del 50 por ciento de los votos en la primera ronda. El nuevo gobierno asumirá el 11 de marzo, poniendo fin a los 4 años de la presidenta Michelle Bachelet en el poder.
Por primera vez desde que se restauró la democracia en 1990, la alianza gobernante de centro-izquierda está dividida. El bloque, que ha gobernado Chile durante 23 de los últimos 27 años, presentará a dos candidatos: el periodista y ex figura de televisión Alejandro Guillier y la demócrata cristiana Carolina Goic. A los problemas del bloque se suma una nueva alianza más a la izquierda del espectro político. La alianza se formó en enero y surgió de una serie de movimientos de protesta encabezados por estudiantes y pensionados. Su candidata, Beatriz Sánchez, es una popular comentarista de radio.
En el otro lado del espectro está el multimillonario y ex presidente Sebastián Piñera, que encabeza la alianza opositora de derecha. Actualmente lidera las encuestas.
Otros candidatos incluyen a José Antonio Kast, un católico que se opuso a la legalización del divorcio hace sólo 13 años, y Marco Enríquez-Ominami, hijo de un marxista revolucionario asesinado durante la dictadura que ahora se postula por la centro-izquierda.
Lo que está en juego
La economía de Chile está sufriendo sus cuatro años de más lento crecimiento desde principios de los años ochenta. La desaceleración, que fue provocada por una caída en los precios del cobre, se ha extendido a casi todos los sectores, el desempleo está aumentando y el déficit presupuestario se ha expandido. Muchos de los empresarios atribuyen la desaceleración a las reformas de Bachelet destinadas a reducir la desigualdad. La presidenta ha garantizado gratuidad de la educación superior para el 60 por ciento de los estudiantes, empoderó a los sindicatos y se comprometió a mejorar las pensiones de los pobres. Mientras que Guillier quiere consolidar las reformas de Bachelet, Sánchez quiere impulsarlas mucho más y Piñera busca revertirlas.
Pero la elección va más allá de un simple debate sobre la igualdad. Guillier y Sánchez dudan que la economía de libre mercado del pasado permita a Chile dar el salto final al estado de nación desarrollada en los próximos años. Para ellos, el gobierno debe hacer más para promover la diversificación económica, poniendo fin a la dependencia de las materias primas como el cobre, los productos forestales y la pesca. Por el contrario, Piñera dice que la economía simplemente necesita ser liberada de los mayores impuestos y las regulaciones impuestas por Bachelet para restaurar el crecimiento. Sólo dé el espacio a la industria, y los empresarios encontrarán una manera.