Bloomberg.- Jane Harrod, una paisajista del centro de Kentucky, estaba instalando una valla para cerdos en su granja familiar con una barreta, una herramienta larga de hierro que se usa a menudo como palanca para mover piedras grandes.
De repente, recordó, “vino hacia mí como un cohete y me golpeó en la frente”. El golpe, en noviembre de 2014, no dejó un moretón, pero a la mañana siguiente no podía ver de la mitad de su ojo derecho. La retina de Harrod se estaba desprendiendo, y un médico le dijo que necesitaba una cirugía urgente para evitar una ceguera permanente.
“No tengo seguro, y no tengo mucho dinero”, le dijo.
Harrod, de 64 años, gana alrededor de US$ 14,000 al año con trabajos de jardinería, cuidado de personas y tareas en la granja que comparte con sus hermanos. La propiedad ha estado en su familia desde 1804.
El Baptist Health Hospital de Lexington, Kentucky, la ayudó a inscribirse en un plan de salud bajo la Ley de Atención Asequible (ACA, por su sigla en inglés), el cual le cuesta alrededor de US$ 125 por mes. La cobertura pagó la mayor parte de la cirugía ocular de US$ 6,000, meses de atención de seguimiento y un procedimiento adicional para extraer una catarata un año después, que restauró su visión.
“Sin duda, eso fue mucha ayuda financiera”, dijo Harrod. El seguro le permitió permanecer en la fuerza laboral y volver al trabajo al aire libre que ha hecho toda su vida. “Yo le costaría mucho más al sistema si hubiera quedado discapacitada y recibiera cupones de comida, si dijera que ya no puedo trabajar”, agregó.
Desde la década de 1970, a medida que la brecha de ingresos de Estados Unidos se ampliaba, uno de los impulsores más poderosos de la desigualdad ha sido el creciente costo de la atención médica. La ACA, el emblemático logro nacional del presidente Barack Obama, amplió la red de seguridad para personas como Harrod –que sobrevivió al accidente y pudo evitar un desastre financiero–, extendiendo cobertura a cerca de 20 millones de estadounidenses y reduciendo la cuota de no asegurados a casi la mitad desde 2013.
Pronto, Obamacare puede ser una cosa del pasado. Los republicanos del Senado, que regresaron de su descanso del 4 de julio, reanudaron las negociaciones para reemplazarla por una legislación que podría conducir a que 15 millones de personas menos estén aseguradas el año próximo y 22 millones menos para 2026, según la Oficina de Presupuesto del Congreso.
Algunas aseguradoras han abandonado los mercados estatales creados por la ACA, dejando partes del país sin aseguradoras que vendan los planes de Obamacare. Los republicanos citan estas salidas como evidencia de que la ley está fallando y necesita ser reemplazada.
El líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, un republicano de Kentucky, ha dicho que un plan bipartidista para estabilizar los mercados será necesario si su comisión –que está dividida– no puede ponerse de acuerdo sobre un reemplazo. Los demócratas responden que la inestabilidad de Obamacare está directamente relacionada con una negativa de los republicanos a apoyar la ley desde su aprobación.
Si el esfuerzo republicano por revertir la ley tiene éxito, no es solo la atención de la salud lo que puede afectarse. La desigualdad económica y las disparidades en la salud están vinculadas, y la sustitución de Obamacare probablemente haga que los problemas gemelos de inseguridad financiera y mala salud empeoren para aquellos que están en la parte inferior de la escala de ingresos.
“Sabemos que las personas más sanas son más productivas y tienen más probabilidades de trabajar”, dijo Barbara Wolfe, economista de salud de la Universidad de Wisconsin-Madison. “También sabemos que las personas más beneficiadas por la expansión [de la cobertura de salud], y que serían más afectadas por los recortes, son las que tienen menores ingresos”.