PROBLEMA. El lunes de la semana pasada, cuando salió el ex primer ministro, Juan Jiménez, en un conocido programa de televisión para asegurar que la inseguridad ciudadana es producto –prácticamente- de una histeria sembrada por gente que quiere “afectar la imagen del Gobierno”, no fue la primera vez que el Gobierno de Ollanta Humala adoptó esta estrategia para enfrentar el problema del crimen. En febrero de este año, el ministro del Interior, Wilfredo Pedraza, le pidió a la prensa no exacerbar las cifras de criminalidad y el vocero del partido oficialista, Jaime Delgado, pidió “no magnificar” el problema.
En los últimos días, sin embargo, el problema ha escalado a tal punto que no distingue a las autoridades del país; una nueva marca en lo que a crimen respecta. Hace dos semanas, el director del penal El Milagro de Trujillo fue asesinado mientras almorzaba en un restaurante. La semana pasada, un sujeto le disparó a la esposa del fiscal adjunto antidrogas de Ucayali en la puerta de su casa, en Pucallpa. Y hace tan solo unos días, el alcalde de San Juan de Miraflores, Adolfo Ocampo, sobrevivió a un intento de homicidio durante una actividad municipal. Solo por citar algunos casos.
A decir verdad, la delincuencia sí es un problema grave. Según las cifras del Ministerio Público –que, por cierto, son diferentes a las manejadas por la Policía, algo que no tiene ningún sentido-, la tasa de homicidios por 100 mil habitantes ha pasado de 10 en el 2007 a 24 en el 2012. En este mismo periodo, la tasa de denuncias de delitos por cada 100 mil habitantes pasó de 506 a 846. A ello, claro, habría que añadirle que, según una encuesta del INEI, aproximadamente un tercio de las personas en efecto denuncian un hecho delictivo.
Ante ello, el primer ministro, César Villanueva, ha prometido priorizar este tema durante su gestión. Para ello, ha anunciado algunas medidas prometedoras, como la revisión del sistema 24 × 24 y la designación de un coordinador de seguridad ciudadana en cada región del país. No obstante, lo único palpable hasta ahora es la compra de cuatro helicópteros que son demasiado caros para operarlos frecuentemente. Un hecho alineado con lo dicho por el premier: “queremos que la gente perciba más seguridad”. Lo que queremos, señor Villanueva, es más seguridad. No una mejor percepción.