Los republicanos podrían no sobreponerse a la inmigración

Si los republicanos dominan la Cámara de Representantes, su presidente, Paul Ryan, se verá muy presionado por la elite conservadora y las empresas que lo apoyaron en el sentido de aprobar legislación.

(Bloomberg) Donald Trump ha hecho la campaña presidencial más contraria a la inmigración de la historia moderna. Hillary Clinton ha hecho la campaña más favorable a la inmigración. Después de noviembre se habrá impuesto una de las dos posiciones.

Si gana Trump, no hay nada seguro. Es improbable que haya un muro a lo largo de la frontera sur o una deportación masiva de inmigrantes indocumentados. Pero ambas cosas son posibles. Más allá de eso, nada puede decirse. Las políticas de Trump se presentan para mejorar su imagen, no como datos sobre cómo sería su gobierno.

Clinton, por su parte, ha prometido lanzar una reforma de la inmigración en sus primeros 100 días de gestión. “Reforma” es un concepto maleable, pero consiste en tres elementos básicos: inversión en una mayor seguridad fronteriza; una vía a la legalización o la ciudadanía para los inmigrantes indocumentados con muchos años de residencia en los Estados Unidos y la liberalización de un proceso de visado para las compañías estadounidenses que contratan extranjeros. Esa es la base del plan bipartidista del Grupo de los Ocho, que el Senado aprobó en 2013 y quedó luego archivado en la Cámara de Representantes.

Los demócratas, como Clinton, se han vuelto decididamente favorables a la reforma, y algunos republicanos aún están dispuestos a sumárseles. El senador Lindsey Graham, de Carolina del Sur, declaró hace poco a Político: “Voy a desempolvar el proyecto de ley del Grupo de los Ocho y pediré lo mismo a todos los que quieran trabajar conmigo para mejorarlo”.

Si los republicanos dominan la Cámara de Representantes, su presidente, Paul Ryan, se verá muy presionado por la elite conservadora y las empresas que lo apoyaron en el sentido de aprobar legislación. Puede hacerlo con los votos de los demócratas y de una minoría de los republicanos. Deberá enfrentar una presión igual o superior para resistir esa reforma por parte de la base trumpiana de su partido, que no quiere aumentar la ciudadanía no blanca del país y combatirá todo plan en ese sentido. En el último Congreso, los trumpianos aplastaron a la oposición. Luego dominaron la primaria presidencial.

No se sabe con certeza si perderán pronto la batalla interna en el partido. Una nueva encuesta Pew sugiere que Trump no es más débil entre los votantes hispanos de lo que era Mitt Romney en 2012 o John McCain en 2008. Otras encuestas presentan un panorama más negativo. En todo caso, es improbable que un republicano pueda ganar la Cámara de Representantes sin un mejor desempeño entre hispanos y asiáticos, los grupos electorales de crecimiento más rápido del país. Al escribir sobre el desafío demográfico de Trump en el estado clave de Florida, Nat Cohn dijo:

“Trump ha alejado a los votantes hispanos, que han fortalecido aún más los últimos 10 años de cambios demográficos. Según estimaciones de The Upshot, Trump pierde entre los votantes hispanos de Florida por 30 puntos, más que el déficit de 22 puntos de Romney en estimaciones similares de 2012. (Las estimaciones se basan en una combinación de encuestas preelectorales, resultados de la votación y datos demográficos.)

Algunos experimentados defensores de la inmigración consideran que los republicanos constituyen una derrota en el plano de la inmigración. Marshall Fitz escribió en un correo electrónico:

“Donald Trump ha transformado la elección en un referéndum sobre deportación versus legalización y muros versus puentes. Cuando pierda por enorme margen y refuerce el compromiso del electorado latino, el mandato nacional por una reforma de inmigración progresista será inequívoco”.

Para Frank Sharry, otro activista favorable a la inmigración, neutralizar el tema de la inmigración es la única forma en que los republicanos pueden evitar lo que Graham ha llamado una “espiral de muerte demográfica” y competir como partido nacional. “Será el momento de la verdad para Ryan y el Partido Republican”, dijo Sharry en un correo electrónico. “La opción es aprobar la reforma y resistir la tormenta trumpiana en el proceso de convertirse en un partido que se moderniza o volver a ceder y deslizarse de forma inexorable a un estatus permanente de minoría”.

Fitz es optimista. “Mi pronóstico es que el rechazo a Trump de los votantes latinos y asiáticos será tan abrumador que impondrá un cambio fundamental en el mapa electoral”, dijo en un correo electrónico. “La única forma en que los republicanos pueden volver a tener una presencia nacional viable y evitar quedar relegados a la condición de partido regional es un giro de 180º en el tema de la inmigración”.

Eso cobra especial sentido político si se presume que los republicanos seguirán siendo incapaces de dirigirse a los votantes no blancos de otra manera. Sin duda no hay nada en la política de los conservadores que pueda competir con la reforma de la inmigración para captar el interés de los votantes no blancos. La agenda de Ryan carece de temas como la protección del derecho a votar u otros que puedan atraer a los votantes que no son blancos. Sus políticas fiscales transfieren beneficios de los pobres (en su mayoría no blancos) a los ricos (en su mayoría blancos).

¿Pero y si los republicanos concluyen que no vale la pena usar la inmigración como señal para recibir el aporte de millones de nuevos ciudadanos no blancos, o por lo menos el de sus hijos? ¿O si los miembros de la Cámara de Representantes le dicen a Ryan que puede tener la reforma o la presidencia, pero no las dos cosas? Ambos son resultados plausibles.

Si gana Clinton y el Senado queda en manos de los demócratas, la mayoría de la Cámara de Representantes probablemente se reducirá. Un grupo conservador más chico casi sin duda será más conservador, más sureño, más contrario a la inmigración, más trumpiano en su hostilidad hacia quienes no son blancos.

Después de todo, la animosidad racial que Trump convalidó y normalizó no desparecerá si él pierde. Él le ha subido la temperatura al partido. Así, mientras Sharry, Fitz y otros tienen la lógica política de su parte, los conservadores enemigos de la inmigración podrían aportar cifras concentradas y nueva fuerza a la batalla contra la inmigración, en cuyo caso, todos quienes llevan años esperando que la fiebre republicada ceda podrían descubrir, una vez más, que el paciente insiste en no reponerse.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la comisión editorial, la de Bloomberg LP ni la de sus propietarios.

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