Difícilmente podría haber estado más parejo. Mientras se contaban los últimos votos en la segunda vuelta por la presidencia del Perú, Pedro Pablo Kuczynski, un economista liberal, parecía haber derrotado a Keiko Fujimori por solo 39,000 de los casi 18 millones de votos, un margen del 0.2%. Después de meses en los que Fujimori había liderado las encuestas de opinión, esto resulta una sorprendente reversión que demuestra lo profundamente dividido que está el Perú en torno al legado del padre de Keiko Fujimori, Alberto, quien gobernó como un autócrata entre 1990 y 2000; ahora él está cumpliendo con largas condenas de prisión por corrupción y complicidad en abusos de derechos humanos
Con una elección tan estrecha, la primera tarea de Kuczynski cuando asuma la presidencia el 28 de julio será la de demostrar que puede gobernar un país que enfrenta una desaceleración económica y que se caracteriza por frecuentes conflictos sociales. Ayuda el hecho que tenga pocas diferencias reales de política con Keiko Fujimori.
La fortuna le sonrió a Kuczynski durante toda la contienda electoral, con la fuerza del sol andino. Era un vencedor improbable. A los 77 años, PPK es uno de los ganadores de elecciones presidenciales más longevos en la historia de América Latina.
Su gurú contratado para la campaña renunció desesperado por la falta de instinto político del candidato.
En febrero el apoyo de Kuczynski en las encuestas era de 9% y con tendencia a la baja. Su oportunidad llegó cuando la autoridad electoral descalificó a otros dos candidatos debido a tecnicismos. En la primera votación en abril, PPK logró solo el 21% de los votos, muy por detrás de Fujimori con 40%. Una semana antes de la segunda vuelta el 5 de junio Fujimori tenía una ventaja de cinco puntos.
Al final el fuerte sentimiento antifujimorista otorgó a Kuczynski su estrecha victoria. Fujimori es una efectiva candidata de base que potenció el apoyo hacia su padre entre los pobres, quienes recuerdan como él acabó con la hiperinflación y el terrorismo, y abrió escuelas y centros de salud. Pero la otra mitad del Perú aborrece el fujimorismo, y lo ven como el legado de una dictadura corrupta.
Respaldo clave
Dos factores impulsaron el triunfo de Kuczynski. Uno fue el respaldo a regañadientes de última hora de Veronika Mendoza, una candidata de izquierda que perdió en primera ronda. En segundo lugar, el daño causado por la revelación en mayo de que la agencia antidroga de EE.UU. estaba investigando a Joaquín Ramírez, secretario general del partido de Keiko Fujimori, Fuerza Popular, sobre todo por los tres días que se tomó Fujimori para suspenderlo. El asunto parecía reforzar la afirmación de Kuczynski que, si su oponente ganara, el Perú corría el riesgo de convertirse en un “narcoestado”.
Los dos candidatos estuvieron de acuerdo en mantener las políticas de libre mercado que han ayudado a convertir al Perú en el país de más rápido crecimiento entre las mayores economías de América Latina este siglo. Pero esto no hará la tarea de Kuczynski mucho más fácil. Fuerza Popular ganó 73 de los 130 escaños en las elecciones del Congreso peruano, también en abril; el partido del nuevo presidente tiene solo 18. Al partido de Mendoza solo le interesaba detener a Fujimori, no ayudar a Kuczynski.
Con el desvanecimiento del auge minero de la década del 2000, el crecimiento anual del PBI se ha desacelerado hasta 2.8% durante los últimos dos años. Esto sigue siendo saludable para los estándares regionales. Y el crecimiento podría aumentar ligeramente en el 2016, gracias al aumento de la producción de cobre de nuevas minas. Sin embargo, las industrias intensivas en mano de obra, como la construcción y la manufactura, están en recesión.
El plan de Kuczynski para estimular la economía se centra en la reducción de impuestos y la inversión pública, especialmente en agua potable, saneamiento y atención médica. Su asesor económico, Alfredo Thorne, propone recortar el IGV del 18% al 15% y otorgar a las grandes empresas una reducción de impuestos como incentivo a la reinversión. Thorne dice que esto se autofinanciará al frenar la evasión y motivar la formalización del gran nú- mero de negocios informales del país. Él quiere promover empleos formales mediante la reducción de la CTS, reemplazándola con un seguro de desempleo para los nuevos empleados.
Kuczynski tiene previsto ejecutar un déficit fiscal de hasta el 3% del PBI; porque la deuda pública del Perú es baja y tiene una sólida calificación crediticia, esto puede ser financiado fácilmente, comenta. Los ingresos fiscales se incrementarían y el presupuesto estaría en equilibrio para el 2021, argumenta. Otros piensan que el plan pone en peligro la estabilidad económica. “Es muy arriesgado optar por un déficit tan grande cuando los resultados de los recortes de impuestos y la formalización son muy inciertos”, dice Elmer Cuba, asesor económico de Fujimori.
Otro objetivo es liberar unos US$ 22,000 millones en inversión en proyectos mineros y energéticos que están estancados por la oposición local. El nuevo equipo propone elevar la inversión pública en las zonas afectadas. También tiene que construir sobre los esfuerzos del presidente saliente Ollanta Humala para mejorar la educación, la salud y la protección social. El otro gran problema es el aumento del crimen. El asesor de seguridad de Kuczynski, Gino Costa, quiere reformar la policía nacional, mejorando su división de inteligencia e integrando sus operaciones de forma más estrecha con las autoridades municipales.
Las posibilidades de Kuczynski se basan en parte en si puede llegar a un acuerdo con Fuerza Popular sobre cuestiones que requieren nuevas leyes, como el tema de los impuestos y la reforma de las empresas municipales de saneamiento. El precio de esto podría ser el de perdonar a Alberto Fujimori, o al menos concederle arresto domiciliario. Eso sería controvertido. Para Keiko Fujimori, una segunda derrota por estrecho margen será difícil de digerir. En el 2011 Humala, un exoficial del ejército que postuló en una campaña de centroizquierda, la derrotó por tres puntos porcentuales. Esta vez Keiko tuvo más cuidado en distanciarse de su padre, pero fue en vano. El fujimorismo no desaparecerá, pero podría dividirse. Curiosamente, el hermano de Keiko y congresista de la República, Kenji, no acudió a votar por ella.
El Perú no es fácil de gobernar. Humala dejará el cargo aislado e impopular. Las críticas de Keiko sobre el equipo de Kuczynski, tildándolos de tecnócratas elitistas y ajenos a la realidad peruana, tienen mucho de verdad. A menos que encuentre algunos hábiles operadores políticos, la fortuna podría dejar de sonreírle.
© The Economist Newspaper Ltd,London, 2016