(Bloomberg) Repasemos la agenda del presidente Donald Trump: actualmente está poniendo en peligro las relaciones con el tercer mayor socio comercial de Estados Unidos, un vecino con el que Estados Unidos comparte una frontera de aproximadamente 3,200 kilómetros y una amplia gama de prioridades ligadas a la política exterior y el orden público, para demostrar a los votantes estadounidenses que es un tipo duro.
En resumen: después de firmar una orden ejecutiva que autoriza (pero que no financia) la construcción de un muro a lo largo de la frontera sur, Trump insistió en que México pagará su construcción. Eso, a su vez, llevó al presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, a cancelar una reunión programada con Trump.
La política mexicana Margarita Zavala, esposa del ex presidente Felipe Calderón, calificó la provocación de Trump como una “humillación”, y en un tuit incluyó un hashtag con una amenaza implícita y totalmente esperable de futuras hostilidades: #MéxicoPrimero.
En una encuesta de diciembre de la delegación del Congreso principalmente republicana de Texas, el periódico The Texas Tribune informó que ninguno de los 38 miembros de la delegación “ofreció apoyar totalmente el muro fronterizo”.
El republicano Will Hurd, que representa un distrito oscilante a lo largo de la frontera, dijo esta semana que un muro era “la manera más cara y menos eficaz de proteger la frontera”.
En una audiencia del Senado, John Kelly, el propio secretario de Seguridad Nacional de Trump, dijo que “una barrera física por sí sola no haría el trabajo”.
También agregó que Estados Unidos necesita alianzas en América Latina, donde Trump está actualmente irritando a nuestro vecino más cercano, para combatir el tráfico de drogas y los inmigrantes.
Entonces, ¿por qué Trump insiste tanto en un costoso proyecto que solo representa un despilfarro del cual los entendidos se burlan y que la delegación local del Congreso no quiere --a pesar de los miles de millones de dólares prometidos en gasto estatal?
“Claramente, no hay una razón práctica para construir un muro fronterizo, ya que la inmigración ilegal ha sido nula o negativa durante casi nueve años”, dijo Douglas Massey, un profesor de la Universidad de Princeton, experto en inmigración mexicana.
“El número de detenciones en la frontera se encuentra en su nivel más bajo desde 1971 y cada vez más los detenidos son menores de edad no acompañados o miembros de grupos familiares de Centroamérica. La migración ilegal de mexicanos es sin duda negativa”.
Obviamente, si la agresiva postura que tiene Trump en cuanto al comercio con México perjudica su economía, los incentivos para la inmigración ilegal hacia los Estados Unidos aumentarán.
La militarización de la frontera no ha reducido el tráfico, lo ha profesionalizado. Mientras más difícil es cruzar, más migrantes dependen del crimen organizado.
Si se busca una manera de eludir un futuro muro, Estados Unidos tiene 152,000 kilómetros de costa y miles de aeropuertos. Y los carteles son excelentes innovadores a la hora de construir túneles.
Se pueden lograr mejoras graduales en la seguridad fronteriza con una mejor tecnología –drones de vigilancia, sensores sísmicos, torres de observación–. (Al preguntarles a algunos agentes de la Patrulla Fronteriza en Texas qué era lo que más querían, dijeron “caminos pavimentados”).
Sin embargo, Trump quiere un muro. Su fórmula política depende en parte del resentimiento de los blancos y del temor de las personas de color. Es por eso que habla siempre de la “carnicería” en las ciudades estadounidenses y exagera continua y dramáticamente la tasa de crímenes violentos en Estados Unidos.
Es por eso que vincula de modo abierto el crimen a los negros. Es por eso que esta semana anunció que su gobierno seguiría y divulgaría los crímenes cometidos por inmigrantes indocumentados, a pesar de que los inmigrantes son menos propensos a cometer delitos que los ciudadanos nacidos en el país.
Trump comenzó su campaña presidencial etiquetando a los mexicanos de “violadores”. La construcción del muro brinda infinitas oportunidades tanto para exagerar la amenaza que plantean los mexicanos, como para ofrecer una solución que los votantes puedan ver con sus propios ojos.
Si usted, en Estados Unidos, no es asaltado por los mexicanos de aquí al 2020, probablemente sabrá a quién agradecer.