(AFP) Emmanuel Macron y Marine Le Pen encarnan respectivamente los papeles de adalid y enemiga de la globalización, un fenómeno al que son hostiles una gran mayoría de franceses y un tema clave en la campaña electoral.
“La globalización salvaje pone en peligro nuestra civilización”, advierte la ultraderechista Le Pen, candidata a la presidencia en la segunda vuelta del domingo.
La apertura al comercio mundial es una “oportunidad formidable”, defiende su rival y favorito en los sondeos, el centrista Macron.
Según una encuesta publicado en febrero, 74% de los consultados son hostiles a la globalización, lo que hace de la sociedad francesa una de las más reticentes a este fenómeno mundial.
Las deslocalizaciones y las consiguientes supresiones de empleos -abordadas ampliamente por los medios-, explican en parte este rechazo.
Los trabajadores “tienen la impresión de ser víctimas” de las políticas de los accionistas de sus empresas, explica a la AFP Sébastien Jean, director del Centro de Estudios Prospectivos y de Informaciones Internacionales (CEPII).
Desde hace varios años, Le Pen orienta su estrategia hacia estos “perdedores” de la globalización, defendiendo el proteccionismo y prometiendo renegociar los tratados comerciales internacionales y restablecer barreras aduaneras.
¿Pero las deslocalizaciones son un fenómeno masivo? Según un estudio del Instituto de Estadísticas, entre 2009 y 2011, el 4.2% de las empresas deslocalizaron al menos una actividad, lo que supuso la supresión de 20.000 empleos directos.
“Es poco a nivel macroeconómico, pero puede ser mucho a nivel local”, afirma Jean, que cita los sectores textil y siderúrgico, especialmente penalizados por la mano de obra barata en otros países.
Anticipar las consecuencias
“Los choques locales son extremadamente fuertes”, confirma a la AFP El Mouhoub Mouhoud, profesor de la universidad Paris-Dauphine. Pero “el progreso técnico y los avances en productividad destruyen más empleos que las deslocalizaciones”, advierte.
Según un estudio del Tesoro, Francia perdió en las últimas décadas cerca de dos millones de empleos en el sector industrial. Pero “solo” de 15 a 20% de estas supresiones son imputables a la instalación de fábricas en el extranjero, según varias investigaciones.
La globalización supone además una serie de ventajas para la economía francesa, al beneficiar a sectores como el lujo, la química, la aeronáutica y la agroalimentación.
Según el ministerio de Economía, Francia cuenta actualmente con 124,000 empresas exportadoras, entre ellas varios pesos pesados mundiales, como L’Oréal, Danone y Safran (aeronáutica y defensa). Y aunque el déficit comercial se agudiza, Francia se mantiene como el séptimo exportador mundial.
“Cinco millones de empleos dependen de la actividad internacional”, recuerda Sébastien Jean.
Por su parte, Macron quiere acelerar esa dinámica y reforzar el libre comercio. Entre sus planes, promete validar el CETA -el acuerdo comercial entre la Unión Europea y Canadá-, y crear un presupuesto propio de la Eurozona.
Según un análisis del CEPII, si Francia pusiera fin a todo comercio con los países emergentes, las pérdida se elevarían a entre 1,270 y 3,770 euros (US$ 1,385 y US$ 4,115) por año por hogar. Sin contar con los efectos recesivos potenciales.
“Lo que se critica no es tanto la globalización, sino la capacidad de los poderes públicos para anticipar los choques”, afirma El Mouhoub Mouhoud.
Su colega Guillaume Daudin, de la misma universidad de Paris-Dauphine, comparte esa opinión y juzga necesario “crear instrumentos de compensación y redinamización” para apoyar a los “perdedores” de la globalización.