(Bloomberg) Gracias al excelente trabajo de dos periodistas de Bloomberg, David Kocieniewski y Caleb Melby, ahora sabemos que una importante firma china de servicios financieros podría invertir US$ 4,000 millones en un rascacielos de Manhattan que es propiedad de la familia del yerno del presidente Donald Trump, Jared Kushner. Y que la familia de Kushner podría embolsarse unos US$ 500 millones con esa transacción.
Todo tipo de extras adornan esta posible operación, que está siendo difundida para atraer más inversiones. Sería la mayor inversión –de la historia- en un solo edificio de Manhattan.
Parte de la deuda de la familia Kushner por la propiedad quedaría saldada por aproximadamente un quinto de su valor. Los Kushner se convertirían en socios capitalistas de la firma china, Anbang Insurance Group.
Lo más favorable para los Kushner sería que la transacción rescataría a la compañía de la familia de las consecuencias de pagar un precio excesivo por el edificio, que está ubicado en el 666 de la Quinta Avenida y fue adquirido en el 2007 por US$ 1,800 millones.
También absorbería a otro destacado partidario de Trump que invirtió en el edificio, Steve Roth de Vornado Realty, por diez veces la inversión original.
“Convertiría en socios a Kushner Cos. y Anbang, cuyos dudosos lazos con la estructura de poder china han suscitado preocupación por la seguridad nacional debido a sus inversiones en Estados Unidos”, escribieron Kocieniewski y Melby.
Ese comentario se vuelve aún más mordaz por el hecho de que Trump y el presidente de China, Xi Jinping, han analizado los términos de una posible cumbre diplomática que podría tener lugar ya el mes que viene.
Jared Kushner, que, según la familia Kushner ya le había vendido su participación en 666 de la Quinta Avenida (aunque no está claro cuándo), es un importante asesor de la Casa Blanca cuya competencia incluye la política exterior.
The New York Times informó en enero que Kushner estuvo al frente de las conversaciones con Anbang sobre una inversión en el negocio de su familia, que cenó con el presidente del directorio de Anbang, Wu Xiaohui, para hablar de la transacción aproximadamente una semana después que su suegro fuera elegido presidente y que las conversaciones habían empezado más o menos en julio pasado, cuando Trump ya se había asegurado la candidatura del Partido Republicano.
“Una forma clásica de influir en las personas es ayudar financieramente a su familia”, dijo un defensor del interés público a los periodistas de Bloomberg con respecto al acuerdo con Anbang.
¡Obvio! Así es como funciona la cosa.
Y en eso reside el problema: si algo hemos aprendido sobre Trump en las caóticas siete semanas que lleva en la presidencia, es que todo su clan pondrá a prueba nuestra capacidad de asombro, disgusto e incluso indignación en lo que se refiere a conflictos de intereses financieros.
Después de todo, la presidencia de Trump todavía está en pañales y el volumen de los conflictos flagrantes que ya han surgido podría causar “fatiga de los escándalos” en todo aquel que valore –del modo más apartidario y no ideológico- la ética y el buen gobierno.
Esto es aún más cierto cuando los defensores del buen gobierno se encuentran ante un Congreso controlado por los republicanos que en gran medida se contenta con quedarse de brazos cruzados cuando los conflictos financieros de la familia Trump salen a la luz.
Los Trump reaccionan en esos momentos recordándonos a todos que deberíamos confiar en ellos, aun cuando se burlen de las tradiciones de la Casa Blanca destinadas a garantizar que la Oficina Oval no se convierta en un lugar donde se mezclen la política pública y los negocios privados.
El acuerdo de los Kushner con Anbang llega inmediatamente después de la noticia de que la compañía de Trump hace poco recibió docenas de aprobaciones de marca del gobierno chino después de hacer lobby por las mismas marcas sin éxito durante alrededor de una década.
Como señalé el mes pasado, no está claro si los registros de marca le fueron otorgados a cambio del reconocimiento público de Trump de la soberanía china sobre Taiwán.
Pero dado que Trump no ha cortado verdaderamente los lazos con la Trump Organization, todavía no ha dado a conocer sus declaraciones de impuestos y aún no ha revelado el total de sus activos, siempre existirá la presunción de que recibe un tratamiento preferencial de los gobiernos extranjeros que tratan de caerle bien.
Mi colega de Bloomberg View Adam Minter piensa que el gobierno chino no le concedió las licencias de marcas para tratar de sobornar a Trump, sino para protegerlo a él y protegerse a sí mismo de las consecuencias relacionadas con el robo de la marca Trump en China, algo que a los funcionarios chinos probablemente no les preocupó hasta que aquel llegó a la presidencia.
Pero sea cual sea el punto de vista del gobierno chino, el otorgamiento de los registros de marca fue beneficioso para los negocios de Trump. A los ojos de algunos expertos en derecho, el simple hecho de que Trump aceptara las marcas es una violación de la prohibición constitucional de que los presidentes reciban pagos de cualquier índole de gobiernos extranjeros.
“Si la marca tiene valor en contribuir a la riqueza de Trump, el monto de los emolumentos prohibidos podría no ser calculable antes de que se haya cerrado la transacción, pero la prohibición constitucional no se basa en cuán grande resulte ser el emolumento”, escribió en un correo electrónico Laurence Tribe, profesor de derecho constitucional de la Facultad de Derecho de Harvard. “Lo que importa es el principio de la cosa, no la magnitud del capital”.
Entretanto, se prevé que Xi será agasajado en Mar-a-Lago, el club de golf de Trump en Florida, si viaja a los Estados Unidos para una reunión cumbre, un gusto que también pudo darse el primer ministro japonés, Shinzo Abe (aun cuando Trump parecía estar usando a Abe como herramienta de marketing para conseguir miembros para el centro vacacional).
En medio de todo esto, los Trump casi no se molestan en ocultar su amalgama de política y búsqueda de ganancias… hasta ahora sin sufrir ninguna consecuencia política o legal.
Quizá confíen en la fatiga pública de los escándalos. Esta es la Casa Blanca de Trump, parecen decir Trump y sus hijos. No hay nada que ver aquí. Sigan su camino.
Pues no lo hagamos, ¿les parece?