EFE.- Las mujeres indígenas ocupan un lugar “central” en la lucha contra el hambre, por lo que es necesario empoderarlas y acabar con la discriminación que sufren, dijo a Efe el experto de la FAO Yon Fernández de Larrinoa.
El coordinador del equipo de pueblos indígenas de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) aseguró que muchas de las respuestas para erradicar el hambre en el mundo “pueden estar en la combinación de los conocimientos tradicionales indígenas y sus sistemas alimentarios con las nuevas técnicas y tecnologías”.
Para ello, sostuvo, “la mujer tiene que estar en un lugar central, reconocida y empoderada”, al ser portadora de los sistemas alimentarios indígenas y preservar el conocimiento ancestral.
Las indígenas suelen encargarse de guardar las semillas y la biodiversidad, conocen las plantas medicinales, educan a sus hijos y preparan los alimentos, como muestra un nuevo vídeo de esa agencia de Naciones Unidas que toma de ejemplo las tareas diarias de una mujer del pueblo Wounan, en Panamá.
En todo el mundo representan un colectivo de 185 millones de personas que afrontan una “triple discriminación”: de tipo étnico, por su condición de mujer y porque muchas veces viven en la pobreza, según Fernández de Larrinoa.
El especialista también recordó que en ocasiones ellas también sufren marginación en sus propias comunidades, pues quedan excluidas de los comités de sabios tradicionales y de la toma de decisiones o de los procesos de consentimiento libre previo informado.
“Son llevadas a situaciones de vulnerabilidad por esa discriminación cuando son marginadas de los procesos o se niegan sus derechos a la tierra o a expresar sus ideas”, comenta.
La FAO y el Foro Internacional de Mujeres Indígenas (FIMI) han puesto en marcha una escuela de liderazgo con la que han formado desde 2015 a más de 150 de ellas de Bolivia, Perú, la India, Filipinas, Panamá, El Salvador y Paraguay.
Además de explicarles sus derechos, el programa incide en la importancia del intercambio de conocimientos entre generaciones, al tiempo que busca dotarles de instrumentos “prácticos” para desarrollar sus capacidades, fomentar su movilización y mejorar su situación y la de sus comunidades, sobre todo en cuestión de seguridad alimentaria y nutrición