(Reuters).- España recuerda hoy a las víctimas de uno de los peores atentados de su historia, en el que hace diez años murieron 191 personas y más de 1,800 resultaron heridas.
Los atentados yihadistas, cuya autoría intelectual sigue siendo una incógnita, causaron una convulsión en el país que acabó dando un vuelco electoral tres días después y llevó a la retirada de las tropas españolas desplegadas en Irak.
Una década después, 117 de los heridos padecen incapacidades graves, según datos del Ministerio del Interior español, y muchos otros están en tratamiento psicológico, sufren depresión, ansiedad o insomnio.
El 11 de marzo de 2004, diez mochilas bomba activadas a través de teléfonos móviles estallaron en plena hora punta en cuatro trenes de Cercanías en las estaciones de Atocha, El Pozo y Santa Eugenia, en Madrid. La mayoría de los fallecidos y heridos eran personas de clase media trabajadora que acudían a sus lugares de trabajo y estudio.
El Gobierno de José María Aznar apuntó en las primeras horas a la banda armada como autora de las bombas, pero pocas horas antes de las elecciones se encontró un vídeo en el que una célula islamista se adjudicaba los atentados en respuesta a la participación española en la guerra de Irak.
Cuatro de esos yihadistas se inmolaron en abril de 2004 en Leganés (Madrid) al verse rodeados por el Grupo Especial de Operaciones (GEO), uno de cuyos agentes murió por la explosión, siendo considerada la víctima número 192 del 11-M.
Tras las detenciones, el país celebró en 2007 un macrojuicio que duró ocho meses y sentó en el banquillo a 29 procesados, 19 de los cuales fueron condenados. Sin embargo, no pudo establecer quién fue el autor intelectual ni quién dio la orden de ejecutar los atentados.