Brasilia (AFP).- A menos que ocurra un milagro, el Senado destituirá hoy a Dilma Rousseff de la presidencia de Brasil, un fallo histórico que pondrá fin a 13 años de gobierno de izquierda en el gigante sudamericano.
Rousseff prevé hacer una declaración a la prensa a las 13H00 locales (16H00 GMT) tras la votación, indicó uno de sus colaboradores.
Inmediatamente después del voto de los 81 senadores, convertidos en una especie de Gran Jurado, el vicepresidente Michel Temer, de 75 años, asumirá la presidencia.
Temer (PMDB, de centro-derecha), que ya funge como mandatario interino, prestará juramento ante el Parlamento antes de viajar a China, para la cumbre del G20, donde pretende participar ya con el título oficial de presidente. Todo parece minuciosamente calculado.
“Brasil pasó por un período difícil de disputas políticas, pero se ha cumplido con la Constitución. Cuando el presidente es apartado del cargo, asume el vicepresidente porque al final ese es su papel”, indicó Temer al diario O Globo, quien llegará a la presidencia con una popularidad tan baja (13%) como la de su predecesora.
El voto cerrará una sangría política que desde hace nueve meses mantiene en vilo a la mayor economía de América Latina, en ruta a su peor pérdida de riqueza en 80 años y que tiene a los principales partidos embarrados en causas de corrupción.
De concretarse, será un final inesperado para la primera mujer que llegó a la presidencia de Brasil, suspendida en mayo tras ser acusada de manipular las cuentas públicas para asegurar su reelección en 2014 y continuar con esa práctica al año siguiente.
“La posibilidad de que Dilma no sea destituida es casi nula… Hoy las chances de que sea destituida son de un 99%”, opinó Adriano Codato, profesor y analista de la Universidad de Paraná.
Bastan 54 votos (dos tercios de los 81 senadores) para que Rousseff sea condenada. Los aliados de Temer aseguran contar con el resultado que le permitiría gobernar hasta fines de 2018.
Será “la elección indirecta de un gobierno usurpador”, lanzó el lunes Rousseff en una dramática presentación ante el Senado en la que aseguró ser víctima de un golpe de Estado, orquestado por Temer.
Ecos del pasado.
Lejos quedaron los días del milagro socio-económico que inició el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), padrino político de Rousseff, que sacó a 29 millones de personas de la pobreza y al país del mapa de hambre de la ONU.
La crisis económico-política se entrelazó con un escandaloso fraude que drenó más de US$ 2,000 millones de la estatal Petrobras.
Aunque salpica a todas las fuerzas políticas, el escándalo conocido como Lava Jato terminó por cercar al Gobierno. Y también empañó la imagen del político mejor valorado por los brasileños, el expresidente Lula, en la mira por obstrucción de la justicia y corrupción.
Brasil aparece en el puesto 76 del Indice de Percepción de Corrrupción de Transparencia Internacional, sobre un total de 168 países. De hecho más de la mitad de los 81 senadores que juzga a Rousseff, están investigados o fueron acusados por causas de corrupción.
Los retos de Temer.
Temer no tendrá mucho que celebrar luego de que asuma la presidencia de Brasil.
Con el desempleo en niveles récord (más de 11 millones de personas), la inflación galopante y un gigantesco déficit fiscal, la economía brasileña se contraerá un 3.16% este año, según los datos revelados este miércoles por el Banco Central, que revisó al alza sus previsiones.
El nombre de Temer también ha saltado en las revelaciones en torno al megaescándalo de corrupción en Petrobras, en varias delaciones hechas por acusados que buscan reducir sus condenas.
El ahora presidente interino niega cualquier vinculación con la trama y la Justicia nunca ha presentado cargos contra él.
Y también necesitará de gran habilidad para hacer alianzas en el fragmentado Parlamento, mientras carga con la sombra de “usurpador”.
“Dilma va a pasar a la historia como una figura ambigua: va a ser vista como una villana del punto de vista de la gestión, fue una mala gobernante, que erró mucho, que no supo dialogar con el Congreso, que es responsable en parte por la economía y todo eso va a ser atribuido a ella”, dijo a la AFP, Michael Mohallem, analista de la universidad FGV de Rio de Janeiro.
“También va a haber una lectura sobre el proceso en sí, que fue usado para favorecer a un grupo político, para llevar a Michel Temer y al PMDB al poder de un modo no tan legítimo como serían las urnas”, añadió.
En su última presentación ante el Senado, quizá la última como presidenta, esta economista que fue guerrillera marxista en su juventud y sufrió torturas en la última dictadura (1964-1985) se mostró altiva y dijo que solo unas elecciones directas pueden juzgar a un jefe de Estado.
Y señaló que ella será quien quedará “del lado correcto de la historia”.