Reuters.- En la calurosa y húmeda ciudad de Caicara del Orinoco, en pleno corazón de Venezuela, una veintena de pilotes clavados sobre el río acumulan moho, polvo y óxido.
Allí, en el lugar donde hace seis años la brasileña Odebrecht debió inaugurar el puente más largo del país, apenas un puñado de obreros trabajan dándole mantenimiento a las máquinas para combatir la pátina de deterioro que empieza a acumulase tras un año de paralización de la obra.
La construcción, que uniría las ciudades de Caicara y Cabruta a través de un viaducto de más de 11 kilómetros sobre el río Orinoco, no es la única de Odebrecht que yace en el olvido.
Según documentos, entrevistas con más de dos docenas de trabajadores y visitas a los campamentos de la firma brasileña en Venezuela, Reuters comprobó que la mayoría de las 23 obras truncas de Odebrecht en el país tienen sobreprecios y tras más de dos años de paralización, algunas tendrían que rehacerse.
“Todas las obras del Estado están paralizadas, no sólo las de Odebrecht”, declaró a Reuters Wilmer Nolasco, presidente del mayor sindicato de la construcción del país, Sutic, preocupado por los obreros que se quedaron sin trabajo tras la huida de la gigante brasileña y que, según sus cálculos, son unos 200,000.
En su oficina de Caracas, adornada con una escultura del fallecido presidente Hugo Chávez, Nolasco aseguró que algunas de las obras se detuvieron incluso antes de que estallara el escándalo de Odebrecht, que aceptó haber pagado millones de dólares en sobornos para ganar licitaciones en Latinoamérica.
“Están paralizadas por falta de pago. El Estado no le ha cancelado (a Odebrecht)”, explicó el abogado de 52 años cuyo poderoso gremio controla varios proyectos de la empresa de ingeniería más grande de América Latina.
Entre las obras paralizadas, 11 de ellas de gran envergadura, figuran dos enormes puentes, líneas del metro, un tren que uniría las ciudades dormitorio de Guarenas y Guatire con Caracas, metrocables, un proyecto agrario, la modernización del principal aeropuerto del país y una central hidroeléctrica.
La filial venezolana de Odebrecht dijo a Reuters en un comunicado que los proyectos que la empresa brasileña tiene activos en el país se encuentran “dentro de la normalidad para contratos de esa naturaleza”.
“El flujo de pagos corresponde a la disponibilidad de recursos asignados anualmente para la ejecución de cada proyecto. Las obras actualmente en ejecución están con sus plazos compatibles con estos presupuestos”, agregó el comunicado sin dar más detalles.
Reuters intentó varias veces comunicarse con voceros del Ministerio de Obras Públicas y el de Comunicaciones en Caracas, pero no obtuvo respuesta.
A pesar que el presidente Nicolás Maduro, quien enfrenta una ola de protestas opositoras, dijo en febrero que su administración terminaría las obras que Odebrecht desatendió, hasta el momento ninguno de los proyectos se ha reactivado.
Como consecuencia, ingenieros de las construcciones dijeron a Reuters que algunas de las obras tendrán que rehacerse parcialmente porque sus cimientos se oxidaron o inundaron.
“Eso prácticamente se perdió”, dijo un operario señalando una pila de materiales para la construcción de la línea 2 del Metro de Los Teques, cerca de Caracas, que ya acumula seis años de retraso y donde apenas una veintena de trabajadores recorren sus túneles para drenar el agua que amenaza con anegarlos.
Odebrecht no se ha ido formalmente de Venezuela ni el Gobierno ha cancelado sus contratos, pero sus obras han sido tomadas por el servicio de inteligencia o la Guardia Nacional, y su logo ha sido borrado de los portones de sus campamentos.
Amistades peligrosas
En 1992 Odebrecht aterrizó en Venezuela para la construcción de un centro comercial en la ciudad occidental de Maracaibo.
A partir de allí comenzó a ganar terreno pero no fue hasta el 2003, con la asunción de Luiz Inácio Lula da Silva a la presidencia de Brasil, que se hizo con la mayoría de obras de envergadura en el país petrolero.
Desde ese año, Odebrecht obtuvo 32 proyectos por unos US$ 40,000 millones, según cifras oficiales, cuando sus coterráneas Queiroz Galvao, Camargo Correa y Andrade Gutierrez apenas obtuvieron ocho obras en conjunto.
Incluso Chávez la defendió públicamente cuando la firma enfrentó problemas en Ecuador y su ex presidente Rafael Correa la expulsó en el 2008, acusándola de estafa luego que una central hidroeléctrica que construyó mostrara severas fallas.
“Odebrecht es una empresa amiga y en Venezuela se ha portado extraordinariamente bien. Quiero hacer ese reconocimiento”, dijo el mandatario en aquella oportunidad.
Si bien la empresa terminó a tiempo la mayoría de obras asignadas antes del 2007, a partir de ese año empezó a flaquear y a dilatar las fechas de entrega.
“Viendo la cantidad de obras pendientes y los privilegios que tenía esta empresa, suponemos que lo mejor era recibir el soborno, (sin importarles) a los funcionarios ver la obra terminada”, dijo Mercedes de Freitas, directora ejecutiva del capítulo venezolano de la ONG Transparencia Internacional.
Pero las obras no sólo se retrasaron, sino que la gran mayoría terminó costando varias veces su precio inicialmente pactado, según documentos del Gobierno obtenidos por Reuters.
El tramo de San Agustín, perteneciente al Metrocable de Caracas, costó unos US$ 262 millones, cinco veces más que el Metrocable de Medellín, a pesar que el venezolano tiene una extensión más corta y un menor desnivel que su par colombiano.
En el extremo occidental del país, la construcción del segundo puente sobre el Lago de Maracaibo apenas tiene 17% de avance y ya ostenta un sobreprecio de 212%.
Y así, en los cuatro puntos cardinales de Venezuela donde Odebrecht inició la construcción de un puente, metro o central hidroeléctrica, se repiten los sobreprecios y demoras en las entregas.
Lluvia de millones
A pocos días de la última Navidad, el Departamento de Justicia de Estados Unidos hizo público un documento que cayó como un baldazo de agua fría: en él se aseguraba que Odebrecht admitió haber pagado US$ 788 millones en sobornos a funcionarios de 12 países para lograr jugosos contratos.
Sólo en Venezuela, la firma desembolsó 98 millones de dólares entre el 2006 y el 2015. Aunque el monto representa la mayor suma que la brasileña pagó fuera de casa, la justicia venezolana no ha iniciado investigaciones para hallar a los culpables a diferencia de sus vecinos de Latinoamérica.
A mediados de febrero, el Ministerio Público allanó la sede de Odebrecht en Caracas, pero no ha dicho si encontró documentación incriminatoria.
“Un mes y medio después de que la corte (federal de Brooklyn) publicó la sentencia, no creo que quedara ningún papel ahí”, se lamentó De Freitas, quien cree que la pesquisa de la Fiscalía no llegará a buen puerto porque “su comportamiento en los últimos años ha sido muy cercano al Gobierno y los grandes casos de corrupción han quedado sin investigación”.
El Parlamento, dominado por la oposición, inició en febrero una investigación por una posible malversación de unos US$ 16,000 millones en las negociaciones de los gobiernos de Chávez y Maduro con Odebrecht.
El informe, que da cuenta de seis obras donde se presumen sobreprecios, comisiones, sobornos y planificación indebida; es apenas la punta del iceberg de una revisión más profunda al resto de obras que Odebrecht dejó a medio terminar en Venezuela.
“Hay un obvio sobreprecio, un brutal sobreprecio. Siete veces más pagamos los venezolanos por querer contratar con Odebrecht”, declaró a Reuters el diputado Juan Guaidó, de 33 años, presidente de la Comisión de Contraloría del Parlamento.
Además, Guaidó aseguró que la gran mayoría de las 32 obras que Odebrecht ganó en Venezuela le fueron entregadas a dedo, a través de convenios binacionales, en vez de una licitación pública, como se suele hacer en otros países de la región.
En medio de una delicada crisis económica y social, Maduro insiste en que completará las obras de Odebrecht.
“Eso no es tecnología espacial, ¿verdad? Si dicen que es un cohete espacial que hay que ponerle ahí, de repente es difícil, pero eso es (hierro) cabilla, cemento y trabajo; y eso lo sabemos hacer los venezolanos”, dijo Maduro en febrero.
Pero los obreros creen que es mucho más complicado de lo que el presidente dice. Ellos aseguran que los ingenieros de las obras -casi todos brasileños- ya abandonaron Venezuela y, producto de una fuga de talentos, el país no cuenta con la capacidad necesaria para hacerle frente a obras de esa magnitud.
“No es verdad que (se pueden reactivar las obras que Odebrecht abandonó). No tenemos la tecnología para hacerlo”, se lamentó Nolasco.