(Bloomberg) Cuando los británicos votaron por abandonar la Unión Europea hace un año, el director ejecutivo de PP Control & Automation, que fabrica sistemas de control eléctricos, estaba destrozado.
El sentimiento no le duró mucho. La empresa avanzó semanas después de la votación con un proyecto para aumentar su espacio de producción en las West Midlands. Es parte de un plan de duplicar las ventas en los próximos cuatro años y crecer en más mercados.
“Me ha sorprendido hasta ahora la reacción y la resistencia, la energía y la determinación”, dijo Tony Hague, director ejecutivo de PP. “Cuando estamos arrinconados contra la pared, da la sensación de que aparece de repente el espíritu británico de bulldog. Y ojalá continúe por mucho tiempo, porque creo que vamos a necesitarlo en los próximos años”.
Esa determinación está ayudando a sostener la economía del Reino Unido en tanto el Brexit demuestra ser un asunto eterno.
Las negociaciones por la salida recién se iniciaron esta semana, y el Reino Unido tiene sólo hasta marzo de 2019 para conseguir un acuerdo con el bloque.
La primera ministra Theresa May, cuyo programa a dos años fue anunciado el miércoles en el Parlamento por la reina Isabel II, tendrá que hacer malabares con la oposición de todas partes cuando su gobierno minoritario trate de aprobar las leyes para implementar el divorcio.
En este contexto, muchas empresas continúan con planes de expansión, bajan costos y se manejan con la moneda debilitada.
Sus medidas, sumadas a un gasto galopante en consumo a fines de 2016, ayudaron a la economía a burlar las previsiones de una fuerte desaceleración después del referéndum del 23 de junio.
Los exportadores también siguen disfrutando de un acceso libre y directo al mercado único de la UE de 500 millones de consumidores. El Banco de Inglaterra dijo este miércoles que la libra más débil y el fuerte crecimiento mundial están sosteniendo la industria y las ventas en el exterior.
Este mes los libros de órdenes de las fábricas aumentaron hasta su nivel más alto en casi 30 años a raíz de una mejor demanda de exportaciones.
Ese impulso probablemente llegará a su fin con el proyecto de Brexit de May, y la mayoría de los economistas coincide en que a la larga los posibles aranceles, una menor inmigración y menos inversiones serán impactos económicos negativos.
Algunos daños ya se hacen sentir. Si bien la caída de 15% de la libra desde el referéndum ha ayudado a las exportaciones, también aumentó los costos y trajo aparejada una inflación que da motivos para pensar incluso a consumidores británicos aparentemente imperturbables.
Después de haber figurado entre las economías de mayor crecimiento en el Grupo de los Siete en 2016, el Reino Unido cayó recientemente al extremo inferior.
El gobernador de Banco de Inglaterra, Mark Carney, decidió hablar sobre el Brexit esta semana, después de ser criticado en 2016 por meterse en política.
En su advertencia, dijo que no está claro cómo reaccionará la economía a la “realidad de las negociaciones del Brexit” y que las empresas “a ambos lados del canal quizá deban tener que activar pronto planes de contingencia”.
Algunos ya lo hacen. John Mills, una compañía de productos de consumo conocida por sus infomerciales de la marca JML, tuvo que aumentar los precios de algunos productos, pero también renegoció contratos con proveedores para mantenerlos bajos.
Lo que pierde en el margen, hasta ahora lo ha compensado en volumen, dijo el máximo responsable, Ken Daly.
“La necesidad es la madre de la invención. Venimos trabajando muy duro para mitigar los efectos de la devaluación y hemos tenido éxito”, dijo desde Chiswick, en West London.
“Sospecho que hay muchas empresas como la nuestra que se han visto obligadas a analizar sus cadenas de abastecimiento”, dijo.