(Bloomberg View).- El sistema migratorio estadounidense necesita una reforma, y el presidente electo Donald Trump podría ser el indicado para llevarla a cabo.
La investigación demuestra que la inmigración de baja calificación -peones agrícolas, bedeles, albañiles y demás- no es tan mala para los estadounidenses de la clase trabajadora, pero ahora es evidente que pocos estadounidenses prestarán oídos a lo que dice la investigación. La clase trabajadora quiere menos competencia y Trump parece apoyar esa demanda. Los libertarios que desean fronteras abiertas decididamente perdieron la pelea.
Pero la economía de Estados Unidos necesita inmigrantes -para compensar el envejecimiento de la población, para preservar la Seguridad Social, para crear empresas, para llevar a cabo investigación y para garantizar que el mercado estadounidense siga siendo atractivo para los inversores extranjeros.
¿De qué manera puede Trump reconciliar estos dos objetivos? La respuesta reside en cambiar el tipo de inmigrantes que ingresan en los Estados Unidos. Con Trump, Estados Unidos tiene una oportunidad única de pasar a un sistema migratorio como el de Canadá, que pone el acento en las capacidades y la educación.
Es algo que Trump ya propuso. En un discurso que pronunció en agosto sobre la inmigración, prometió hacer lo siguiente:
- Mantener los niveles de inmigración, medidos por proporción demográfica, dentro de las normas históricas
- Seleccionar a los inmigrantes en base a su probabilidad de éxito en la sociedad estadounidense y su capacidad para autofinanciarse. Necesitamos un sistema que atienda nuestras necesidades –recuerden: es “Primero Estados Unidos”
- Elegir a los inmigrantes en base al mérito, la capacidad y la aptitud
- Y establecer nuevos controles migratorios para impulsar los salarios y garantizar que se ofrezcan las oportunidades de empleo primero a los trabajadores estadounidenses.
Esto se parece mucho a lo que hace Canadá. En Canadá, se asigna a los posibles inmigrantes una cantidad de “puntos”, sobre la base de la educación, la experiencia laboral y el dominio del idioma. Muchos economistas y gurús, entre los que me incluyo, pedimos desde hace tiempo que Estados Unidos adopte este tipo de sistema.
En primer lugar, es algo lógico: por un número determinado de inmigrantes, la economía recibe un impulso mayor de una cohorte más calificada. La inmigración calificada también contribuye a disminuir la desigualdad, dado que los inmigrantes con formación compiten más con estadounidenses que tienen formación y remuneraciones más altas que con la clase trabajadora.
Pero la investigación económica también apoya con fuerza el valor de la inmigración calificada. Un artículo de 2014 de Anirban Ghosh, Anna Maria Mayda y Francesc Ortega reveló que cuando Estados Unidos rebajó su tope para las visas H-1B en el 2004, las compañías experimentaron bajas en la productividad.
Los autores constataron que las grandes empresas que ponen mucho énfasis en investigación y desarrollo utilizan gran cantidad de trabajadores con visas H-1B, y que las iniciativas de investigación de estas empresas decayeron cuando hubo una escasa provisión de portadores de esta visa altamente calificados.
Por su parte, Serge Shikher de la Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos, constató que gran parte de la diferencia en la productividad entre los países se explica por los flujos de mano de obra con una formación educativa superior. En otras palabras, consiguiendo que más gente con títulos avanzados se mude al país, la economía se vuelve más productiva.
Anteriormente, el debate sobre la inmigración calificada giró principalmente en torno de aumentar el tope para la visa H-1B. Pero ese no sería un enfoque adecuado. El principal problema que tiene el programa H-1B es que vincula a los inmigrantes a un solo empleador y los obliga a aceptar salarios más bajos, lo cual termina haciendo bajar la remuneración de los trabajadores nativos.
La investigación también demuestra que dejar a los inmigrantes altamente calificados con visas temporarias puede volverlos menos productivos al obligarlos a aceptar empleos inadecuados por el solo hecho de permanecer en el país. Y el número de visas H-1B es demasiado pequeño como para proveer el flujo entrante de población que Estados Unidos necesitará para no convertirse en un país de pensionados.
Por ende, en vez de más H-1B, Estados Unidos debería pasar todo el sistema migratorio al modelo canadiense. Estados Unidos no sólo necesita contratar algunos especialistas más: necesita un cambio integral hacia una inmigración altamente calificada masiva. Esto significa Green Cards (tarjetas de residencia) -cientos de miles- para que extranjeros con formación académica y calificados puedan convertir a Estados Unidos en su hogar permanente.
Para algunos, esto es injusto. ¿Por qué los individuos altamente calificados tendrían la posibilidad de mudarse a Estados Unidos cuando se les niega a quienes tienen menos capacidades? La respuesta es que con la elección de Trump Estados Unidos ha demostrado que no quiere fronteras abiertas. Y sin fronteras abiertas, el país debe elegir entre los inmigrantes que compiten con la clase trabajadora y los que compiten con la clase instruida.
Y Estados Unidos necesita elegir a los inmigrantes en base a su capacidad de contribuir a la economía estadounidense y sostener la gran población de edad avanzada cada vez más numerosa del país. Los inmigrantes altamente calificados son la opción obvia por ambas razones. Sr. Trump, haga lo que hace Canadá.
Por Noah Smith.
Esta columna no refleja necesariamente la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.