(Bloomberg) “Mire a los inmigrantes ilegales votando en todo el país”, exclamó recientemente Donald Trump en una entrevista con Fox News, como parte de su permanente esfuerzo por poner en duda la integridad de las elecciones presidenciales. No hay pruebas que respalden las denuncias del candidato republicano sobre un fraude electoral, pero algunas ciudades están intentando ampliar derechos electorales para incluir a quienes no tienen la ciudadanía estadounidense.
La última es San Francisco, donde la papeleta del 8 de noviembre incluirá la consulta sobre una medida que permite a los padres o tutores legales de cualquier estudiante de una escuela pública de la ciudad votar en las elecciones de junta escolar. El derecho se otorgaría a quienes tengan permiso de residencia, visa, o ninguna documentación. “Uno de cada tres niños en el sistema escolar unificado de San Francisco tiene un padre que es inmigrante, que no tiene derecho a voto y no tiene voz”, dice el legislador de San Francisco David Chiu, hijo de inmigrantes taiwaneses.
Los inmigrantes indocumentados también deberían tener derecho, añade Chiu, a eludir el “fracturado sistema de inmigración de este país”. El voto de quienes no son ciudadanos no es tan radical como podría parecer. Durante más de la mitad de la historia de Estados Unidos, desde 1776 hasta la década de 1920, los no ciudadanos por lo general estaban autorizados a participar en las elecciones.
“Tuvimos 40 estados que solían permitirlo,” dice Ron Hayduk, profesor asociado de ciencias políticas en la Universidad Estatal de San Francisco. “Los inmigrantes podían votar, no sólo en las elecciones locales”, dice. “Incluso podían presentarse para un cargo y ganar”. La esperanza, dice Hayduk, era que los inmigrantes se sintieran más comprometidos en la vida cívica si eran capaces de participar en la democracia estadounidense.
Esa tradición fue abandonada por la generalizada ola de sentimiento anti-inmigratorio que siguió a la Primera Guerra Mundial. En 1921 y 1924, el Congreso aprobó leyes que restringían severamente el número de inmigrantes, recortando las llegadas desde aproximadamente 1 millón por año a unas 150.000. También fue un momento en el que la naturaleza de las elecciones estadounidenses estaba cambiando. En 1920 se concedió el voto a las mujeres, ampliando enormemente el sufragio, y los terceros partidos de corte populista y los movimientos obreros desafiaban tanto al partido republicano como al demócrata. “El voto inmigrante fue una especie de víctima no sólo de la reacción anti-inmigratoria sino también de las peleas partidistas sobre lo que debían ser las leyes electorales”, dice Hayduk. En 1926, Arkansas fue el último estado en eliminar el voto de los no ciudadanos. Décadas más tarde, en 1996, el Congreso aprobó una ley que convertía en delito que los no ciudadanos votaran en los comicios federales
Hoy en día hay seis condados de Maryland que permiten a los no ciudadanos votar en las elecciones municipales. Chicago les permite tomar parte en los comicios de consejos de padres asesores, pero no votar en las elecciones de junta escolar. Cuatro ciudades en Massachusetts han dado pasos para permitir el voto de los no ciudadanos y están a la espera de la aprobación del estado. Y en la ciudad de Nueva York, donde los no ciudadanos representan el 21% de la población en edad de votar, el ayuntamiento está elaborando una ley que permitiría a más de 1,3 millones de residentes legales participar en las elecciones municipales.
En el pasado, San Francisco ya intentó permitir el acceso de no ciudadanos a las elecciones de junta escolar. Un proyecto de 2004 fracasó por poco, con un 51% de votos en contra. “Hubo una campaña de la oposición en ese momento”, dice Chiu. El mismo promovió otra medida en 2010, que también fracasó. Esta vez, dice Chiu, espera una victoria. Hasta ahora no ha visto ninguna oposición organizada: “Creo que es debido a las horribles declaraciones contra los inmigrantes de Donald Trump y sus seguidores”