Washington (AFP).- El 11 de septiembre de 2001 cambió para siempre a Estados Unidos, ya que alteró la diplomacia y política de seguridad de este país, que desde entonces libra una guerra perpetua contra el “terrorismo” yihadista sin lograr poner fin al “caos” en Medio Oriente.
Si bien el presidente Barack Obama, en el poder desde enero de 2009, rechazó el intervencionismo militar en las guerras del mundo árabe y busca reconciliar a Estados Unidos con las naciones musulmanas, dejó a su país en un estado de conflicto permanente contra el “terror” islamista, advierten los expertos.
El demócrata, que dejará la Casa Blanca en enero, será recordado como el presidente que sacó a Estados Unidos de los pantanos de Irak y Afganistán, conflictos devastadores iniciados por su predecesor republicano George W. Bush en respuesta a los peores atentados de la historia y bajo la bandera de la “guerra mundial contra el terrorismo”.
Pero, “15 años después del 11 de septiembre, las guerras en Medio Oriente, las metástasis del grupo Estado Islámico (EI), la radicalización en línea y los atentados en Europa y Estados Unidos impiden enterrar el paradigma de la ‘guerra mundial contra el terrorismo’”, estimó el viernes Tamara Cofman Wittes, directora de investigación de Brookings, para el Foro Económico Mundial.
De hecho, la primera potencia mundial permanece comprometida militarmente, de manera limitada o dando apoyo logístico, en múltiples teatros de operaciones: en Siria e Irak contra el grupo EI, en Afganistán, Libia, Yemen, Somalia o Nigeria ante una infinidad de insurrecciones islamistas.
“Obama piensa que hay que evitar las grandes guerras que agravan las cosas”, explicó a la AFP Hussein Ibish, investigador del Arab Gulf States Institute en Washington.
En ese sentido, el comandante en jefe hizo ingresar a sus militares en una nueva era: drones, fuerzas especiales, formación de ejércitos locales…
El costo humano y financiero es ahora más limitado, tras 5.300 soldados estadounidenses muertos y 50.000 heridos, además de 1,6 billones de dólares gastados entre 2001 y 2014 en Irak y en Afganistán, según el Congreso.
Esta política militar de Obama había terminado en mayo de 2011 cuando fuerzas especiales estadounidenses mataron en su casa en Pakistán al jefe de Al Qaida responsable de los ataques del 11 de septiembre, Osama bin Laden.
Pero para Ibish, este “uso limitado de los recursos” militares “se parece a una guerra ininterrumpida”.
“Caos insoluble”
“Es incluso más que una guerra permanente, porque los recursos militares limitados no pueden hacer nada contra la inestabilidad” de los conflictos regionales, criticó el analista, al considerar que la administración Obama “aceptó que el caos actual es insoluble”.
De hecho, para el drama sirio no se vislumbra ninguna paz duradera, a pesar de las intervenciones militares y los intentos diplomáticos de Estados Unidos y Rusia.
Y los candidatos a las elecciones presidenciales del 8 de noviembre, Hillary Clinton y Donald Trump, no prevén un nuevo compromiso de envergadura del Ejército estadounidense en Medio Oriente.
Quince años después del 11 de septiembre, “la respuesta militar no es la adecuada, puesto que el terrorismo no representa una amenaza existencial” para Estados Unidos, explicó a la AFP Amy Greene, una investigadora estadounidense de la universidad Sciences-Po de París.
Obama, quien había considerado en enero que el grupo EI “no representaba una amenaza existencial para (la) nación”, reconoció el sábado que la “amenaza terrorista ha evolucionado”.
“En Afganistán, Irak, Siria y donde sea, seguiremos incansables (la lucha) contra terroristas como Al Qaeda e ISIL (Estados Islámico), advirtió el mandatario en su mensaje radial semanal.
“Los destruiremos. Y seguiremos haciendo todo lo que está a nuestro alcance para proteger nuestro territorio”, insistió.
No obstante, Greene señaló que “no ha habido un ataque en suelo estadounidense de la misma amplitud” que los atentados del 11-S, minuciosamente preparados y que dejaron casi 3.000 muertos.
Vigilancia tentacular
Eso no impide que Washington tema que islamistas locales cometan atentados más rudimentarios, como ya ocurrió con el tiroteo de junio en Florida, a manos de un estadounidense de origen afgano (49 muertos); o el de diciembre pasado en California, cometido por un americano de origen paquistaní y su esposa (14 muertos).
Frente a la amenaza “terrorista”, Estados Unidos ha alimentado un tentacular sistema de vigilancia e inteligencia tanto en su territorio como en el extranjero.
El presupuesto para la CIA, el FBI y la NSA casi se ha duplicado desde 2001. “Para el FBI, la amenaza que dominará los próximos cinco años será la destrucción del califato” del EI, justificó el director de la institución, James Comey.
Desde la votación de la “Patriot Act” (Ley Patriota) tras el 11-S, “revalidada por Obama (…) los estadounidenses aceptaron ceder parte de sus libertades”, lamentó Greene.
Según un sondeo del Pew Research Center, un 40% de los estadounidenses teme que “los terroristas tengan más capacidad que la del 11 de septiembre para lanzar un nuevo gran ataque” contra el país, la tasa más alta desde 2002.
“El EI insta a sus simpatizantes a atacar a nacionales estadounidenses (…) estén donde estén”, advirtió este sábado el Departamento de Estado, en una nueva llamada de atención mundial sobre el riesgo “terrorista”.