Juan Mendoza
Director de la Maestría en Economía de la Universidad del Pacífico
Las últimas semanas han traído nubarrones en el horizonte macroeconómico. A la reducción en la expansión monetaria norteamericana se le han unido preocupantes noticias sobre la desaceleración de la China y la confirmación del fenómeno del Niño en la segunda parte del año. Estos desarrollos tendrían como consecuencia una caída en la tasa de crecimiento o incluso la posibilidad de una recesión en la economía peruana en el futuro próximo.
Nuestra economía, pequeña y abierta, es estructuralmente vulnerable a caídas en los precios de nuestras exportaciones y a la abrupta salida de capitales. Los precios del cobre y del oro, 24% y 19% de nuestras exportaciones, han caído en 20% desde enero del 2013. Un menor crecimiento chino debilitaría aún más al cobre. La tendencia futura del oro, fortalecido coyunturalmente por los sucesos en Crimea, es un enigma. Como está claro, mucho no podremos hacer para protegernos de las sequías e inundaciones que El Niño es capaz de traer, más allá de evitar o minimizar la pérdida de vidas.
Sin embargo, hay factores adicionales que aumentan nuestra vulnerabilidad a la posibilidad de una crisis externa. El primer factor es el elevado déficit en cuenta corriente cercano al 5% del PBI. Sí China se detiene no sólo se ralentizará la inversión sino que habrá menos capitales para financiar la brecha externa.
En segundo término, la permanente expansión del crédito al sector privado, 25% en soles hasta febrero pasado, incrementa el riesgo de default en caso aumenten los tipos de interés en el mundo.
En tercer lugar, el optimismo generalizado y la sensación de complacencia por parte de muchas de nuestras autoridades y de muchos agentes privados no son congruentes con las preocupantes señales desde el exterior. Hemos, además, perdido competitividad.
Por ejemplo, durante el último año el sol se ha depreciado 8.5% mientras que los pesos chileno y colombiano lo han hecho en 20% y 13%. La experiencia internacional nos dice que las severas crisis externas son precedidas por elevados déficits en cuenta corriente, rápido crecimiento del crédito, optimismo generalizado, y pérdida de competitividad.
Sería recomendable moderar la expansión del crédito aumentando los encajes marginales, más en soles que en dólares. La actual política de reducción del encaje, para sostener el dinamismo del crédito en soles, es arriesgada porque implica un incremento en el ratio de deuda sobre PBI. Debería, más bien, apuntarse a que el crédito no aumente más que el ingreso nominal, es decir aproximadamente 7% en el presente año. Ello ayudaría además a reducir las importaciones de bienes de consumo y no tendría impacto mayor sobre la inversión minera.
Además, los choques que ha sufrido el tipo de cambio parecen ser más permanentes que transitorios. Por lo tanto, habría que reducir las intervenciones del Banco Central en caso hubiera presiones a la depreciación del sol, evitando, claro está, volatilidad extrema en la divisa. También podría estudiarse un aumento moderado en la tasa de referencia y una reducción en la tasa de expansión del gasto público.
En conjunto, estas medidas ayudarían a reducir la brecha externa, evitarían un mayor deterioro de nuestra competitividad y nos darían valioso espacio monetario y fiscal para afrontar, con políticas contra-cíclicas, la tormenta que parece avecinarse.