Italia, junto con otros países de la periferia, es uno de los que más ha sufrido la crisis en Europa. La banca italiana tiene un tamaño muy importante en relación al total europeo, pues sus activos equivalen a una vez y media los españoles. En ese contexto, sería razonable esperar que los bancos italianos se hubieran visto afectados por la crisis, y que el coste de sus problemas hubiera sido cuantioso en perspectiva europea. Sin embargo, ¿cómo es que el sistema bancario italiano no ha tenido que reestructurarse durante la crisis, y que las inyecciones de capital público en los bancos apenas han supuesto el 0,5% de su PIB frente al 38% de Irlanda o el 6% de España? ¿Han permanecido los bancos italianos inmunes a la crisis?
En términos de liquidez, su posición actual es cómoda. Se trata de entidades financiadas tradicionalmente con depósitos minoristas que incluso están creciendo, aunque a costa de remunerarlos generosamente. Adicionalmente, están haciendo uso de la liquidez barata del BCE, lo que hoy en día ya no supone un estigma de cara a los mercados, y tienen colateral suficiente como para incrementar su recurso a esta vía de financiación.
En términos de solvencia, ya no están en una situación tan holgada. El test de estrés europeo de finales de 2014 hizo saltar las alarmas, pues nueve de los quince bancos presentados resultaron tener necesidades de capital (aunque su número quedó reducido a cuatro con las medidas tomadas por las entidades). De hecho, ante esta situación el supervisor europeo ha decidido incrementar el ratio de capital que exige a algunas entidades italianas. El ratio de capital promedio del sistema es del 11,8%, un punto porcentual inferior a la media de los grandes bancos europeos. Además, la calidad de los activos continúa deteriorándose, siendo la tasa de mora actual cercana al 18% (por los lentos procesos de salida de la mora, la definición contable del ratio y la alta exposición al segmento pymes) y su cobertura con provisiones es inferior a la de los bancos europeos comparables.
Finalmente, en términos de rentabilidad su posición también es preocupante. En 2014 el ratio de rentabilidad sobre recursos propios, el ROE, fue prácticamente nulo, aunque sustancialmente mejor que el -11% de 2013. Tampoco está suponiendo una fuente de beneficios la actividad internacional de los bancos, que básicamente consiste en sucursales en países de Europa del Este que han acrecentado las pérdidas de los grupos bancarios, por estar situadas en zonas con un ciclo económico muy similar al italiano. Esto es algo que no ocurre en los bancos españoles, que decidieron expandirse hacia América Latina, lo que ayuda a amortiguar los ciclos. A futuro, las perspectivas económicas y el probable mantenimiento del tipo de interés oficial en niveles reducidos apuntan a que la rentabilidad del sector seguirá siendo muy modesta. En este marco y dado el amplio margen de mejora en términos de eficiencia del sistema, sería de esperar que se iniciara un proceso de consolidación de entidades italianas con contrapartes domésticas o europeas, intentando impulsar la rentabilidad.
En definitiva, los efectos de la crisis van a continuar notándose durante bastante tiempo, pues aún quedan ajustes por realizar en los sistemas financieros europeos. No es que los bancos italianos hayan encontrado la receta para ser inmunes a las crisis, sino que les quedan tareas pendientes.
Ana Rubio González
BBVA Research