La reunión anual del FMI de 2016: no fue precisamente una más

“Hay un llamado enfático a dejar de tomar medidas proteccionistas y a implementar reformas estructurales, al calor de estas políticas monetarias y fiscales”, señaló Jorge Sicilia del BBVA Research.

Hay algo de preocupación. Un año más las autoridades económicas se han reunido en Washington sin que los estudios del Fondo Monetario Internacional (FMI) apunten a una aceleración del crecimiento.

Hay algo de inquietud. Un año más se citan, como riesgos que amenazan este entorno de bajo crecimiento, algunos viejos conocidos. Entre ellos, el cambio del modelo de crecimiento en China y su alta deuda corporativa, las perspectivas en Europa y del sector bancario en algunos países, el bajo crecimiento en varios países emergentes y los riesgos geopolíticos.

Hay algo de alarma con el proteccionismo. Ha aumentado en los últimos años porque los países del G20 lo siguen criticando en sus reuniones, pero continúan aplicándolo tras ellas; y porque además, se pueden acelerar con las crecientes tendencias populistas. Medidas simples, como el proteccionismo, a problemas complejos, como el menor crecimiento y la desigualdad, se han aplicado antes y hay evidencia de que empeoraron la crisis de los años 30 hasta llevar a la gran recesión.

Y, en este entorno, hay perplejidad por el aumento de la desigualdad, un problema que tiene consecuencias económicas y sociales graves. Está documentado que se ha reducido en el mundo en las últimas dos décadas, por la salida de la pobreza de amplias capas de la población en países emergentes. Sin embargo, también es cierto que la desigualdad ha aumentado en prácticamente todos los países. Y donde se vota y toman decisiones políticas es en los países.

En los desarrollados, el aumento de la desigualdad se explica por el retroceso de las clases medias, y es donde están surgiendo tentaciones de medidas simples que reviertan la situación, como el proteccionismo, que empeora la renta de todos los países cuando todos lo practican.

Las bondades de la globalización se perciben como lejanas. Quedan lejos los beneficios de un mercado más grande para las empresas, que si tienen éxito puede crecer y crear empleo arañando tan solo migajas del mercado internacional; y queda casi olvidado el acceso masivo a bienes de mejor calidad y más baratos. Por su parte, los costes se ven en la pérdida de puestos de trabajo, en aquellos segmentos que producen bienes replicables en otros países con costes más bajos y que suelen corresponder a personas con niveles de formación menores.

Se ha hablado más en esta reunión de la desigualdad y sus consecuencias porque se ha cuantificado cómo se están acelerando las medidas proteccionistas, y porque se empiezan a ver sus ramificaciones políticas en la decisión del Reino Unido de salir de la Unión Europea y en el programa proteccionista de Donald Trump en EE.UU.

La desigualdad viene de lejos, pero la crisis del 2008 la ha acelerado, y todo duele más cuando el crecimiento es bajo. Como dice la Directora del FMI, Christine Lagarde, “el crecimiento es bajo, lo ha sido durante demasiado tiempo y ha beneficiado a demasiado pocos”.

Y, por eso, hay también algo de urgencia en las reuniones del FMI. Porque a esta herencia de los últimos años le va a alcanzar el futuro, en particular retos del proceso de digitalización en marcha que amenazan a los empleos o a los salarios para trabajadores con menos formación. Un fenómeno imparable a la larga beneficioso si se gestiona con políticas económicas adecuadas.

Y hay algo más de consenso en las soluciones. En el Fondo Monetario hay más apoyo al gasto público -sobre todo en inversión en infraestructura- en los países donde hay espacio, como EEUU y Alemania, y a recomponer el gasto hacia una mayor inversión -incluyendo formación en capital humano- en aquellos países donde no haya, o no se abra, espacio fiscal. En suma, una política fiscal que apoye a la política monetaria, que no tiene mucho más recorrido en solitario para impulsar la inversión y que poco puede hacer para aumentar la productividad.

Hay un llamado enfático a dejar de tomar medidas proteccionistas y a implementar reformas estructurales, al calor de estas políticas monetarias y fiscales. Reformas bien diseñadas, enfocadas en más competencia y acceso a los mercados de bienes y servicios, que potencien la difusión de la tecnología y el apoyo al capital humano, para aumentar la empleabilidad en aquellos que menos se pueden adaptar a la globalización.

Por Jorge Sicilia
BBVA Research

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