Hay hambre en Venezuela. Ya no es solo escasez de granos, arroz, leche, azúcar, entre incontables bienes más. Es hambre, son desmayos, e incluso muertes. En La Vega, uno de los barrios periféricos de Caracas, el grupo “Alimenta la solidaridad”, recientemente creado para ayudar a comunidades, se reunió con las madres de los niños en mayor riesgo de desnutrición, identificados por varias profesoras, para proponerles un plan de alimentación durante las próximas ocho semanas de vacaciones. En la reunión surgieron las anécdotas: el primer desmayado de hambre en el colegio fue un joven de 15 años, quien había dejado de comer para que sus hermanos menores pudiesen alimentarse; una profesora, quien ha bajado de peso de manera significativa durante los últimos meses, no pudo contener el llanto agradecido cuando sus colegas le prepararon un plato de comida, dado que ella había acordado con su esposo que los dos no comerían para poder alimentar a sus hijos. A lo anterior siguieron más anécdotas, llantos, impotencia, y desolación.
El hambre es violento, y el hambre no es, como ha sugerido más de una vez el gobierno venezolano, puro cuento de la oposición, o difamaciones producto de la guerra económica. En el hambre no hay posiciones políticas, no hay tiempo para discursos: el hambre actual en el país es mudo y feroz. Las mismas profesoras de colegios de bajos recursos lo atestiguan. Es preocupante ver un país vecino donde no se consiguen no solo alimentos, sino tampoco medicinas. Es indignante que el gobierno niegue la situación de crisis y de peligro en el que se encuentran miles de venezolanos, en especial los niños. Es inadmisible que el gobierno no acepte el apoyo tanto nacional como internacional que se está intentando brindar a las personas más vulnerables en este momento.
Antes de intentar alimentar a los niños en situación de riesgo en La Vega, “Alimenta la solidaridad” estaba listo para implementar el plan de alimentación vacacional en un colegio en Los Telares, otra zona periférica de Caracas. Pero después de que CNN expusiera el testimonio de una profesora que explicaba el estado alarmante de muchos niños (algunos pasan más de un día casi sin comer), el gobierno no solo desmintió el testimonio, sino que hizo que el colegio tuviese que rechazar la ayuda ofrecida.
Pero el hambre y la violencia no acaban aquí: por miedo a que el gobierno dificulte el ingreso de las donaciones a organizaciones desvinculadas del gobierno, muchos venezolanos tienen que utilizar sus cuentas bancarias privadas e intentar ayudar “por lo bajo” a colegios, hospitales, y proyectos que, en lugar de recibir el apoyo del gobierno, lo que reciben es un constante hostigamiento. La gran mayoría de organizaciones que no sean afines al gobierno, no reciben su apoyo. Punto.
Además, el canal del Estado utiliza sus programas de opinión para atacar la labor de las organizaciones solidarias de la sociedad civil. En el programa Zurda Kondukta, se aseguró que el plan de alimentación del colegio en El Telar era fomentado por un grupo que “está montando algo horrible en contra de la revolución”. Por otro lado, el reportaje realizado por CNN fue clasificado por el Ministro de Educación como “un vulgar montaje que daña la labor del gobierno”. Tal vez, pues socava la labor gubernamental de impedir el flujo de ayuda para combatir el hambre en Venezuela..
Por Claudia Paredes Guinand
Antropóloga peruana residente en Caracas