Si nosotros le preguntáramos a cualquier entendido en educación cuál es el rol del director en una escuela, estoy seguro que me diría “Lograr que sus alumnos aprendan, que se desarrollen como personas, que sean buenos ciudadanos en el futuro y que sus probabilidades de éxito sean altas”. Entonces me pregunto: ¿por qué las funciones de nuestros directores no están alineadas con esos objetivos? Si a mí me consultaran cómo un director debería distribuir su tiempo, diría que el 70% debe ser en el aspecto pedagógico y el 30% en el administrativo. Es decir, el 70% del tiempo debe estar dedicado a alcanzar los objetivos antes mencionados acompañando a sus docentes, apoyándolos, motivándolos, analizando el desempeño de cada alumno y atendiendo a la diversidad que cada escuela pueda tener. En el fondo, el director debe convertirse en el líder pedagógico del colegio. El 30% restante de ese tiempo debería dedicarlo en atender las relaciones con la comunidad, y redactar reportes a las autoridades de educación, etc.
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Pero la verdad es que en muchos colegios la distribución del tiempo es al revés. Los directores invierten el 70% de su tiempo en hacer reportes para las instancias superiores que al final nadie lee, en contratar gasfiteros, pintores o albañiles para realizar el mantenimiento de sus colegios u otra infinidad de tareas que hay que atender, porque en un colegio, al igual que en cualquier otra institución, siempre se rompe un vidrio, o se malogran algunos baños o una computadora no funciona. Entonces, ¿cómo liberamos de esta carga al director de nuestras escuelas para que se convierta en lo que debe de ser, un líder pedagógico?
Considero que debemos analizar el funcionamiento de las unidades de gestión educativa (UGEL) y las direcciones regionales de educación (DRE) quienes deberían ser las llamadas a proveer acompañamiento pedagógico especializado a los profesores y brindar servicios administrativos a los colegios de su jurisdicción. Hace unas semanas, a raíz del CADE por la Educación, nos reunimos con el director de una escuela pública y nos dijo que en promedio él tiene que enviar 290 reportes anuales a la UGEL, es decir 29 aportes mensuales equivalentes a 7 u 8 reportes semanales. Supongamos que dicho director exageró un poco y que no son 290 sino 150; estaríamos hablando de cuatro reportes semanales que quizás nadie lea. Si a eso le sumamos el hecho de que el Ministerio de Educación (Minedu) entrega fondos a los directores para el mantenimiento del colegio y es el director quien tiene que contratar, ejecutar y rendir cuentas, ¿en qué momento hace su trabajo principal?
Y debemos establecer, dentro de las funciones de las UGEL, a cuántos colegios pueden atender, porque muchas veces sucede que, no es que el personal de estas unidades sea incompetente, sino que cada UGEL tiene tantos colegios a su cargo que le imposible atender bien a todos. Imaginemos un sistema en donde una UGEL tiene el número óptimo de colegios a su cargo y dispone de profesores especializados en matemáticas, ciencias, comunicación etc., para dar soporte a las escuelas de su jurisdicción y en donde el servicio de mantenimiento sea proporcionado por compañías externas que son contratadas por dichas UGEL liberando a los directores de esas labores y en donde el número de reportes sea el mínimo posible para dejar al director hacer su trabajo pedagógico. ¿Es esto imposible? No lo creo, y menos ahora que tenemos más recursos económicos en el sector educación.
Por Jorge Yzusqui
Fundador de Innova Schools y especialista en Educación