Editorial: Toquemos madera

Surgen oportunidades, fortalezas, debilidades y amenazas con la Ley Forestal y de Fauna Silvestre, cuyos cuatro reglamentos se publicaron hace menos de un mes.

Reforestación. Tuvieron que pasar cuatro años y dos meses entre la promulgación de la Ley Forestal y de Fauna Silvestre (julio del 2011) y la publicación de sus cuatro reglamentos (el 29 de setiembre último). Aunque hubo un periodo de consulta previa –que comenzó en marzo del año pasado–, creemos que todo pudo haberse realizado en menos tiempo.

En vista de que, por fin, el marco legal del sector está completo, hay que poner manos a la obra. Por ahora, prima el entusiasmo en los funcionarios que han asumido el liderazgo de la tarea, particularmente los ministros de Agricultura y Riego (Minagri) y de la Producción (Produce), que tiene incorporada la forestería al Plan Nacional de Diversificación Productiva e implementará mejoras en su centro de innovación de Pucallpa.

Es que su importancia económica y socioambiental es enorme. Por ejemplo, existen 9 millones de hectáreas susceptibles de ser reforestadas y solo 33,000 lo están. El Minagri estima que la sola promulgación de los reglamentos duplicará las exportaciones de productos de madera para el 2017 (hasta US$ 300 millones), pues reactivará y formalizará la producción. Para el 2030, se estima que habrá 2 millones de hectáreas reforestadas y 500,000 puestos de trabajo directos.

Hasta aquí las oportunidades y fortalezas. Pasemos ahora a las debilidades y amenazas. La primera es la (débil) institucionalidad y seguridad jurídica, pues no se podría descartar que algún futuro ministro o congresista decida desandar lo andado. Son muchos los riesgos de que este auspicioso arranque se interrumpa. Entre ellos, la posibilidad de que emerjan conflictos sociales, así como la oposición que comenzarán a ejercer los traficantes de tierras y los taladores ilegales.

Se necesitan por lo menos diez años para que una inversión en forestería comience a mostrar flujos de caja positivos, y en todo ese tiempo tienen que existir mecanismos que aseguren que la actividad no sea vea afectada por eventos como los mencionados. Es preciso evitar que el sector forestal se convierta en otro receptor de los odios antisistema, como lamentablemente ocurrió con la minería.

Para alejar un daño que se considera posible, la sabiduría popular recomienda tocar madera. Nunca mejor dicho.

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