Inversión. Ya sea con las estadísticas del BCR o las del INEI, la inversión fija está registrando su peor ciclo –cinco trimestres consecutivos de caídas– desde que entre el 2000 y el 2002 anotase nada menos que diez trimestres seguidos en rojo. Estos datos excluyen la inversión de cartera, es decir, la que se destina a la adquisición de títulos valores (acciones, bonos y otros tipos de deuda), depósitos en el sistema financiero o al juego especulativo en el mercado cambiario.
Según el BCR, la inversión privada fija cayó 9% y la inversión pública lo hizo en 12.9% en el segundo trimestre del año (ambas con respecto al mismo periodo del 2014). Este comportamiento, que lleva prolongándose por más de un año, es uno de los principales motivos de las continuas revisiones a la baja de las proyecciones de crecimiento del PBI, que en la primera mitad del 2015 se ha sostenido con el otro componente de la demanda: el gasto, tanto privado como público.
Se conocen las causas del retroceso de las inversiones fijas. Una es la pérdida de confianza de las empresas ante los mensajes contradictorios que el Gobierno estuvo emitiendo en materia de promoción de inversiones, así como su escasa capacidad de anticipación y reacción ante el enfriamiento de la economía china, que ha sido la razón fundamental de la actual situación. Es que cuando en el 2012 se comenzó a observar una reducción en las cotizaciones de los commodities, las autoridades locales solo atinaron a declarar que “prenderían velitas” para que las condiciones no empeorasen.
Pero ocurrió lo que se temía y las primeras en caer fueron las exportaciones, y el año pasado el PBI terminó por sentir la pegada. Si bien el margen de maniobra para revertir el negativo estado de ánimo de la inversión privada es bajo –los paquetes de estímulo todavía no surten mucho efecto–, el Gobierno sí está en condiciones de reanimar la construcción de obras públicas, de modo que se nos hace incomprensible que ese tipo de inversión también haya estado decreciendo.
Ahora que el frente externo está más enrarecido –de nuevo gracias a China– y que la amenaza de El Niño se intensifica, cabe preguntarse si el Gobierno está preparado para capear este nuevo temporal y sobre todo qué tan capaz será la próxima administración para superar el problema.