EDUCACIÓN TÉCNICA.El Gobierno continúa profundizando su política educativa. Con los avances en la educación escolar encaminados –aunque todavía queda mucho por recorrer– y los primeros pasos en la universitaria, ahora les tocó el turno a los institutos. El Ejecutivo envió al Congreso un proyecto de ley que busca ordenar el funcionamiento de este sector, que por años se ha movido entre una maraña reguladora –se desconoce cuántos centros de estudios la cumplen– y el escaso atractivo que tienen entre los jóvenes.
Como en el caso de las universidades, la iniciativa contempla la creación de un organismo que otorgará las licencias de funcionamiento (pero no será una superintendencia) y un plazo de seis meses para que los institutos y las escuelas de educación superior se adecuen a la nueva normativa. Cabe resaltar que solo existirán esas dos formas de instituciones y que serán evaluadas cada cinco años.
Lo novedoso de la propuesta es que los estudiantes podrán optar por el grado de bachiller, aunque no será un proceso automático sino que su obtención estará sujeta a determinados periodos de estudios y trabajos de investigación que realice el alumno interesado. Además, los graduados como bachilleres podrán seguir estudios de posgrado, ya que su “cartón” tendrá la misma validez que los emitidos por las universidades.
Quizás esto otorgue a los institutos (y escuelas) el atractivo que les falta, ya que hoy los jóvenes prefieren seguir estudios universitarios, por presión social sobre todo, pese a que las carreras técnicas especializadas ofrecen, en muchos casos, remuneraciones más elevadas que las ocupaciones convencionales. Es claro que el Perú necesita más operarios calificados en sectores como minería o agroindustria, que abogados o contadores.
El problema es que los institutos actuales no ofrecen las especialidades que el mercado necesita, aparte de que su infraestructura y cuerpo docente no necesariamente presentan estándares adecuados si nos comparamos con países donde la educación técnica posee tanto prestigio como la universitaria. Es por ello que el control de la calidad de la enseñanza será crucial, pues este sector presenta las mismas carencias que el Gobierno busca solucionar en universidades e institutos.