REFORMA ELECTORAL. Todo gobierno implica un trabajo coordinado entre Ejecutivo y Legislativo, pues en varios temas se requiere de ambos para el buen funcionamiento del Estado. Sin embargo, hay temas en los que cada cual trabaja de manera independiente y en ellos el Congreso debería empezar a trabajar desde el día uno.
Una de estas materias es la reforma electoral, un tema complejo, pues los congresistas, que son miembros de partidos políticos, deben poner de lado sus intereses partidarios para tratar de aprobar las normas que beneficien a toda la población y aseguren la mayor transparencia posible.
Aunque el Congreso que está por terminar trabajó la reforma electoral desde el primer año, muchos cambios no lograron ver la luz por falta de acuerdo. Las normas se aprobaron en el último minuto, algunas incluso ya iniciado el proceso electoral del 2016 y la práctica ha demostrado que varios de esos cambios requieren una revisión, como la sanción por entregar regalos durante la campaña, la cual generó muchas dudas en su aplicación o la no reelección inmediata de gobernadores regionales y alcaldes.
Si bien la idea detrás de la no reelección es evitar la corrupción, no necesariamente la medida cumple su cometido, pues sin un adecuado trabajo de supervisión de la Contraloría, bastará un único periodo para que una autoridad corrupta pueda actuar. La no reelección de autoridades (incluidos congresistas) solo atenta contra la profesionalización que toda carrera requiere. Así como uno busca a los médicos o abogados con mayor experiencia para poder ser atendido, lo mismo debería ocurrir en la política. Elegir a gente sin experiencia en el servicio público no ayuda al fortalecimiento de los partidos políticos.
El trabajo del Congreso deberá incluir no solo temas como eliminación o no del voto preferencial, rendición de cuentas de los partidos políticos, reportes sobre contratación de publicidad, o la obligatoriedad de participar en elecciones nacionales, sino también una revisión de los tiempos para la convocatoria a elecciones y los procesos que siguen las autoridades electorales. Esta vez la sociedad exigirá, tras las recientes elecciones, que se ponga el cascabel al gato desde el primer año.