Editorial: Malnutrición perversa

Editorial de Gestión. “De todas las reformas que el Perú necesita, una de las más urgentes es la del sistema alimentario”.

POLÍTICA ALIMENTARIA. Mientras en Lima se discute en qué consiste un chocolate y el presidente Kuczynski reescribe el origen de un par de potajes peruanos, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) acaba de recordarnos qué es lo que realmente debe llamar nuestra atención: la malnutrición en todas sus formas (comer poco, mucho o mal) es inadmisible en un país tan megadiverso como el Perú.

Según este organismo, pese a los avances alcanzados en materia alimentaria, todavía cerca de 2 millones de peruanos padecen hambre, más del 43% de niños menores de 3 años tiene anemia y el 35.5% de los mayores de 15 años vive con sobrepeso. Además de comprometer la salud, estas afecciones reducen la productividad y, en el caso de la población infantil, impactan negativamente en su capacidad de crecimiento y aprendizaje.

La FAO y la Organización Panamericana de la Salud han convocado a expertos en el país y autoridades gubernamentales para elaborar un diagnóstico del problema y proponer soluciones. Lo curioso es que no figura el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis), que tiene a su cargo la política alimentaria infantil –trabaja en reducir la anemia, además de la desnutrición–.

Pero más allá de ello, lo que nos falta entender es que de todas las reformas que el Perú necesita, una de las más urgentes es la del sistema alimentario. Dada su magnitud, esta tarea requerirá del compromiso no solo del Estado sino también del sector privado, cuyo papel abarca el aseguramiento de la inocuidad de sus productos, así como la transparencia de la información sobre su contenido.

El Midis se ha propuesto reducir de 43.6% a 19% la anemia en menores de 3 años y de 13.1% a 6% la desnutrición crónica en menores de 5 años de aquí al 2021. Son metas aceptables, aunque serían bienvenidas unas más ambiciosas. Lo que seguramente tomará más tiempo será el cambio de los hábitos alimenticios; hubo tímidos ensayos pero con escasos resultados –por ejemplo, se intentó con la anchoveta–.

Aunque la tentación de una hamburguesa con todas las cremas no desaparecerá, habrá que redoblar el trabajo en cuanto a acceso a la información y a productos nutritivos. Quizás ese sea el mayor beneficio que traerá el crecimiento económico sostenido.

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