EL FIN DE JARA. El Congreso decidió censurar a la premier Ana Jara aplicando, democráticamente, un mecanismo de control político establecido en la Constitución. Esta decisión es una llamada de atención al Ejecutivo que no pudo tomar las riendas en las denuncias contra la DINI, minimizó el caso y nunca dio respuestas satisfactorias a la población.
La censura a Jara genera la renuncia inmediata de todos sus ministros.
El siguiente paso es que el presidente Ollanta Humala nombre a un nuevo premier, que se conforme otro Gabinete y acudan al Parlamento para solicitar el voto de confianza.
Hasta ahí lo que vemos es la democracia en acción. Sin embargo, otras nubes grises se han planteado en el cielo político del país. Voces de la oposición en el Apra, Fuerza Popular y el PPC han asumido una actitud por lo demás desafiante, asegurando que si el siguiente Gabinete no es de su agrado, no dudarán en negarle el voto de confianza, que en la práctica es una nueva censura.
El Apra ha ido incluso más allá advirtiendo que si el Gobierno mantiene a alguno de los ministros que hoy integran el Gabinete, negarán el voto de confianza.
Dos censuras seguidas abren la posibilidad de que el presidente de la República cierre el Congreso y si bien las fuerzas políticas afirman no temerle a dicha medida (algunas, incluso, por cálculo político parecen estar fomentando esta posibilidad), la verdad es que una acción de ese tipo solo perjudicaría al país.
Quedan 15 meses para el cambio de gobierno, políticamente queda muy poco por hacer; pero en materia económica aún hay temas pendientes y la incertidumbre que se vive afectaría aún más al alicaído crecimiento.
La economía y la política no caminan por cuerdas separadas, aunque muchos quieran creerlo. Los inversionistas requieren de estabilidad para poder hacer sus planteamientos y en un año de desaceleración, donde necesitamos generar más empleo y crecer, lo peor que podría sucederle al Perú es espantar a quienes quieren invertir.
El Ejecutivo tiene que entender el mensaje de la censura y elegir a un premier que pueda generar el consenso. La oposición debe dejar de lado los cálculos políticos, pues una nueva censura solo perjudicaría a los más pobres.