El Fondo Nacional de Vivienda (Fonavi) se creó en 1979, a finales del gobierno militar de Morales Bermúdez, con el fin de satisfacer la necesidad de vivienda de sus aportantes. 35 años después, se puede decir que el Fonavi ha sido una gran estafa para un buen número de sus aportantes. Esto no se debe al cálculo ni al monto acordado para la devolución de los aportes que fijó la comisión ad hoc del MEF la semana pasada, sino al amontonamiento de un error tras otro en la estructuración misma de este fondo y en su liquidación.
En primer lugar, como se ha constatado en múltiples ocasiones, los fondos comunes no funcionan. O solo funcionan para una porción de sus contribuyentes para ser más exactos. En la práctica, cualquier aporte individual que se destina a un fondo común termina convirtiéndose en un subsidio para alguien más. Si en algún momento los aportantes pasarán a ser subsidiados depende de una serie de factores. En el caso del Fonavi, uno de ellos era la suerte de salir elegido en alguno de los sorteos organizados o de calificar para alguno de los préstamos del Banco de la Vivienda. Como ya hemos advertido con anterioridad, la ONP corre el riesgo de seguir el mismo camino.
En fin, cuando el Fonavi no dio más y se comenzó a hablar de la devolución del dinero del fondo a los trabajadores que habían aportado al mismo sin recibir nada a cambio, surgieron nuevos inconvenientes. El Tribunal Constitucional (TC) llamó a un referéndum para decidir la devolución del total actualizado de los aportes sin darse cuenta que dicho monto terminaría afectando la caja fiscal y, por consiguiente, invalidando el referéndum en primer lugar. No obstante, después de haberse aprobado la ley por referéndum, el TC parece haber recapacitado sobre el concepto de “actualización” en una sentencia emitida en el 2012 como respuesta a un recurso de amparo, dando carta abierta al Ejecutivo para interpretar las devoluciones a su manera.
Todo este proceso creó una serie de falsas expectativas en los fonavistas, que ahora tendrán que conformarse con los escasos recursos que quedan en el fondo. La otra opción (que implica tocar la caja), sin embargo, es mucho peor. Los errores no se cubren con nuevos errores.