POLÍTICA MUNDIAL. El Perú no fue el único país cuyos electores decidieron contradecir a las encuestadoras. También sucedió en Reino Unido, donde optaron por dejar la Unión Europea; en Colombia, donde rechazaron los acuerdos de paz con las FARC; y en Estados Unidos, donde eligieron presidente a Donald Trump, otorgándole además la mayoría en ambas cámaras del Congreso.

El ascenso del discurso nacionalista –que raya peligrosamente en las posturas fascistas de los años 30– no es exclusividad de la mayor democracia del mundo. De hecho, tuvo su germen en Europa, donde los partidos de extrema derecha ya detentan el poder en algunos países del antiguo bloque soviético y amenazan con hacer lo propio en los occidentales. En el 2017 habrá elecciones en dos de los baluartes de las libertades económicas y civiles, Alemania y Francia, y en ambos es latente el peligro de un triunfo de las opciones radicales.

En tanto, uno de los detonantes del resurgimiento de la ultraderecha, el yihadismo, continúa causando daño y la única forma de contrarrestarlo será estrechando la cooperación de las agencias de inteligencia, un desafío que está ocupando demasiado tiempo en tomar cuerpo. Las medidas que proponen los partidos nacionalistas no contribuirían a resolver el problema sino que lo empeorarán.

En América Latina, los países que optaron por la apertura económica y la iniciativa privada –Argentina se ha unido a ese grupo– están mucho mejor que aquellos que confiaron en caudillos de izquierda cuyo principal interés es perpetuarse en el poder: Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela, que está al borde del colapso general. Un caso aparte es Brasil, sacudido por millonarios escándalos de corrupción que le costaron el puesto a su presidenta, y aunque se han hecho reformas para enderezar los fundamentos macroeconómicos, le espera otro año difícil.

En suma, el 2017 vendrá con buen número de incertidumbres y pocas certezas en lo político, un escenario propicio para reforzar el posicionamiento de países como Rusia. En lo económico, se proyecta un mejor año para la producción y el comercio globales, en especial debido a un rebote respecto de un 2016 bastante mediocre. Pero esa mejora podría revertirse si Estados Unidos y Europa comienzan a aplicar medidas proteccionistas.