Pero el fracaso de Venezuela no solo ha sido económico, sino también político y social, como nos están demostrando ahora las decenas de miles de personas que han salido a las calles a manifestar en contra del Gobierno de Nicolás Maduro.
En el último año, la inflación en Venezuela (56.2%) fue la más alta en el mundo, mientras que su crecimiento económico fue uno de los más leves de la región (1.3%, aproximadamente). Dicho incremento de precios, además, habría llevado al Gobierno venezolano a implementar una serie de medidas que terminarían generando la escasez de muchos productos básicos, como papel higiénico, leche, arroz y aceite. Otro de sus efectos fue la orden del Gobierno para que las cadenas de electrodomésticos vendan sus productos a “precios justos” (a mitad de precio en muchos casos).
A lo largo del año pasado, también Venezuela ha consumido casi un tercio de sus reservas internacionales -pasando de US$ 30 mil millones a US$ 21 mil millones- para mantener un tipo de cambio oficial que se encuentra 7 veces por debajo del obtenido en el mercado negro y al cual solo personas/empresas autorizadas por el Gobierno tienen acceso.
La democracia venezolana, por su parte, es cada vez más precaria. Y si es cierto que Nicolás Maduro fue elegido mediante elecciones populares, dichas elecciones se llevaron a cabo con grandes ventajas frente a sus opositores y en medio de acusaciones de fraude. Pero lo que es aún peor -y hace imposible la existencia de un sistema democrático- es que un mismo partido tiene bajo su brazo a los tres poderes del Estado. Una prerrogativa que el Gobierno no ha tenido vergüenza en explotar a su conveniencia para sacarse de encima cualquier “molestia”, como se ha visto en el caso del líder opositor y organizador de las protestas, Leopoldo López.
Y después está el tema de la inseguridad: otro elemento que hace insostenible el statu quo en Venezuela. Según las Naciones Unidas, los venezolanos tienen la tasa de homicidios más alta de América Latina y la quinta más alta del mundo.
Cuando se le preguntó a una joven manifestante qué es lo que buscaban, su respuesta fue: “Sin duda no más asesinatos, no más inflación, cero represión”.