LA ECONOMÍA DEL MUNDIAL. Naturalmente, uno esperaría que cuando el país más “futbolero” de todos hospede al evento de fútbol más importante del mundo, no exista más que una sensación de alegría y entusiasmo entre sus residentes.
Pero lo que viene ocurriendo en Brasil desde hace un año hasta hoy (es posible que una vez que empiece el evento, las cosas cambien), es todo lo contrario.
Hoy en día, menos de la mitad de brasileños está de acuerdo con la realización del Mundial y, según una encuesta del Centro de Investigación Pew, el 72% se siente insatisfecho con la situación del país en términos generales.
Lo que parece no quedarle muy claro a los brasileños es, después de haber gastado alrededor de US$ 11 mil millones en estadios, aeropuertos y otro tipo de infraestructura, convirtiéndose este en el mundial más caro de la historia, ¿cuál es el verdadero beneficio para Brasil? Los derechos por transmitir el Mundial y los contratos con los auspiciadores, finalmente, terminan en las manos de la FIFA, no en las del país anfitrión.
Comúnmente, los gobiernos tienen dos motivaciones para auspiciar este tipo de eventos. El primero, la imagen. El Mundial es una oportunidad para que Brasil pueda hacer gala de su poder organizacional y la calidad de su infraestructura ante el resto del mundo.
Sin embargo, los brasileños han fracasado hasta ahora en generar esa percepción. En muchos casos, los proyectos que prometió el Gobierno están retrasados o, simplemente, nunca se materializaron.
Y la situación del transporte también ha probado ser tortuosa para las delegaciones y turistas, que fue agravada todavía por la huelga de los trabajadores del metro en Sao Paulo.
La otra motivación natural son los electores. Cuando Brasil fue designado como sede del Mundial en el 2007, el 79% de brasileños estaba a favor. Pero este cálculo tampoco parece haberle resultado (a Lula).
Dilma Rousseff ha visto su intención de voto decaer para las elecciones a realizarse en octubre desde que empezaron las protestas por el Mundial el año pasado.
Claro, todo este descontento puede desaparecer rápidamente si el equipo local sale campeón. O agravarse peligrosamente si cumple un rol decepcionante.