El editorial de Gestión: "Protegiendo nuestras riquezas"

Resulta extraño que de todos los puntos en el litoral, el terminal portuario General San Martín, adjudicado hace dos días por ProInversión, se ubique dentro de la zona de amortiguamiento de la Reserva Natural de Paracas.

PUERTO DE PISCO. No hay muchas personas que puedan cuestionar el compromiso de Gestión con la inversión privada. Hemos dejado claro en diversos editoriales que creemos que este es uno de los instrumentos fundamentales que permiten el desarrollo y progreso de una nación. Mucho menos se nos puede acusar de desestimar la importancia de la infraestructura en el país cuando, reiteradamente, hemos insistido en la urgencia de subsanar el enorme déficit de infraestructura; sobre todo, con la ayuda del sector privado.

No obstante lo anterior, la inversión privada debe ser capaz de medir sus externalidades negativas cuando las presenta. Por eso, nos resulta extraño que de todos los puntos en el litoral, el terminal portuario General San Martín, adjudicado hace dos días por ProInversión, se ubique dentro de la zona de amortiguamiento de la Reserva Natural de Paracas con la única ruta de acceso al puerto atravesando la reserva.

Sin ser un argumento a favor, el puerto de Pisco viene operando como terminal desde 1970; sin embargo, los US$ 80 millones que ha ofrecido invertir el Consorcio Paracas prometen duplicar o triplicar la actividad durante los 30 años que durará la concesión, profundizando su impacto en el ambiente. El proyecto ha logrado –de alguna forma– la emisión de compatibilidad por parte del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Sernanp); no sin antes ser advertido sobre posibles impactos negativos. El problema está en que, como están diseñadas las cosas, el estudio de impacto ambiental que se le exige al proyecto solo se realizará después de concesionado; es decir, después de que haya sido aprobado. De esta forma, el EIA sirve solo para atenuar efectos negativos en vez de evitarlos del todo, como debería suceder dentro o cerca de una reserva natural.

Paracas no solo es hogar de uno de los ecosistemas marinos más ricos del mundo sino también refugio de una inmensa variedad de aves migratorias. Y es justamente la ausencia de actividad comercial a gran escala lo que permite que la naturaleza se manifieste en su estado más puro en este rincón del país. Perderlo, sería una tragedia (sin mencionar el impacto sobre la industria de turismo en la zona). Esperemos que el Ministerio del Ambiente esté esta vez con los ojos bien abiertos.

Después de todo, una de las razones por las que el General San Martín desembarcó en este mismo puerto hace 195 años fue para que el Perú pueda conservar sus propias riquezas.

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