El editorial de Gestión: “Un problema que se puede agravar”

Si endeudarse consiste en comprometer ingresos futuros para gastarlos en el presente, los peruanos hemos pasado por alto un componente: existe una tasa de interés que aumenta la deuda, y pese a las quejas por lo caros que son los préstamos, en la billetera nunca nos falta una tarjeta.

(Foto: Manuel Melgar)
(Foto: Manuel Melgar)

MOROSIDAD. ¿Qué probabilidad tenemos de que nuestros ingresos aumentarán en alrededor de 50% dentro de un año? A menos que nos toque la lotería o inventemos una aplicación sin precedentes para smartphones, muy pocas. Sin embargo, estamos apostando a esa eventualidad cada vez que hacemos uso de la tarjeta de crédito. Y dicha tasa puede hasta duplicarse si optamos por la disposición de efectivo, una tentación a la que muchos sucumbimos, especialmente cuando se acerca el fin de mes.

Si endeudarse consiste en comprometer ingresos futuros para gastarlos en el presente, los peruanos hemos pasado por alto un componente fundamental de la ecuación: existe una tasa de interés que incrementa la deuda, y aunque nos quejemos por lo caros que son los préstamos personales y de consumo, en la billetera o la cartera nunca nos falta una tarjeta, por lo menos.

El resultado de esta descompensación es que la morosidad en el rubro alcanzó un nuevo pico en enero (6.19%) según la Asociación de Bancos (Asbanc), que además informó que esa tasa viene subiendo sostenidamente desde abril del 2011. Son cerca de tres años, de modo que se trata claramente de una tendencia peligrosa. ¿Quién tiene la culpa?, ¿los bancos y los establecimientos comerciales por ofrecer “gangas” y promociones irresistibles, o los consumidores, por no medirse en sus gastos?

La responsabilidad es compartida: los tarjetahabientes por no controlarse y las empresas por no evaluar adecuadamente a sus clientes y por su interesada generosidad. Pero mientras la morosidad sea manejable, el sistema financiero no pondrá las barbas en remojo. Por ahora, lo que se estila es reforzar los sistemas de cobranza, con insistentes llamadas telefónicas y planes de refinanciamiento –que incrementan las deudas– y también con estrategias menos amistosas –por ejemplo, el envío de cartas que amenazan con juicios y embargos.

Pero lo que más preocupa es que el problema ha dejado de ser puntual y centrado en el segmento de consumo. También en enero, según Asbanc, la morosidad aumentó 0.14 puntos porcentuales y afectó a todos los tipos de crédito, con la excepción de los corporativos. Si el deterioro casi generalizado de la cartera crediticia se convierte en tendencia, habrá que comenzar a pensar en alternativas más efectivas y eficientes que las llamadas o las misivas.

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