LA ENTREVISTA. La última vez que Nadine Heredia se entrometió públicamente en los asuntos del Ejecutivo causó una de las crisis más trascendentales del Gobierno de su marido: la salida del entonces presidente del Consejo de Ministros y la abstención del Congreso en otorgarle el voto de confianza al nuevo Gabinete. Al final, en una segunda votación y después de negociaciones, algunas bancadas acordaron un voto favorable al nuevo Gabinete con la condición de que Heredia mantuviese un perfil bajo ante la prensa y dejara de inmiscuirse en los asuntos de Gobierno.
Sin embargo, la semana pasada, la primera dama ha probado que eso es mucho pedir. No contenta con manejar los hilos del poder, como ya se ha probado en múltiples ocasiones antes que se publique la entrevista con la revista Cosas, Heredia parece sentir una necesidad irremediable de manifestarlo públicamente. Lo peor, a costa de la gobernabilidad y la popularidad del presidente de la República. Esa parece ser la única explicación ante tan desatinados comentarios en los que la primera dama se esfuerza por lucirse como la concertadora dentro del Ejecutivo y la que está detrás de las decisiones más importantes de Humala. Los intentos de rectificación, obviamente, fueron demasiado tardíos y solo sirvieron para empeorar el daño.
Y en esta parte de la novela, además de la primera dama, ciertos empresarios también tuvieron un rol controversial al ejercer presión sobre la revista Cosas para que la entrevista no se publique. No solo desnudaron las contradicciones respecto a los comunicados que emite la Confiep a favor de la institucionalidad, sino que dejaron traslucir una falta de compromiso con la sostenibilidad del país a largo plazo –que es, finalmente, lo que la institucionalidad representa–.
Y, bueno, lejos de servir como una lección, el presidente Ollanta Humala convocó en tres ocasiones a su esposa durante su última aparición pública. ¿Será que a la pareja presidencial le preocupa más la campaña del 2021 que su actual Gobierno?