REPERCUSIÓN. Aunque el gobierno de Ollanta Humala ha desplegado un esfuerzo notable para estimular la confianza empresarial con su paquete económico, en política no hace más que enturbiar el ambiente. Nombrar como ministro del Interior a una persona investigada por el asesinato de un periodista no es precisamente la mejor manera de reforzar su alicaída imagen y, junto con las necesarias consideraciones éticas, tampoco es una buena señal sobre la forma en que selecciona a sus principales cuadros.
El caso de Daniel Urresti es el más delicado pero no el único en el actual gabinete ministerial. Recordemos que Carmen Omonte, ministra de la Mujer, se salvó de una investigación en el Congreso gracias a la generosidad de la antigua Comisión de Ética, en tanto que Eleodoro Mayorga, ministro de Energía y Minas, y René Cornejo, el jefe de todos los ministros, también fueron cuestionados por sus supuestos nexos con empresas privadas.
Los peruanos estamos acostumbrados, lamentablemente, a los sucesivos y muchas veces rocambolescos escándalos protagonizados por los legisladores, así como a las constantes caídas de jueces y fiscales denunciados por corrupción. En los últimos meses se ha sumado el accionar delictivo de buen número de presidentes regionales, pero sus fechorías eran de larga data –solo que se desconocían en Lima–.
Sin embargo, comparado con el tambaleante funcionamiento de estas instituciones, el Ejecutivo parecía un ejemplo de asepsia. En vista de que un ministro suele tener mayor visibilidad –con excepción de los congresistas amantes de la peliculina–, cualquier antecedente cuestionable genera más repercusión que, por ejemplo, un juez recibiendo una coima. Es por ello que el presidente Humala –y sus asesores– tiene que tomar nota de la situación, darse cuenta de que la política y la economía van de la mano, y pensar seriamente en enmendar el rumbo. El Ejecutivo se corre el riesgo de afectar el impacto del paquete económico y, peor aún, de convertirse en un reflejo de otras instituciones del Estado que generan desconfianza. Sería nefasto comenzar a parecérseles.
