LA DESIGUALDAD EN EL PERÚ. Desde que estalló la crisis financiera en el 2008, el mundo ha presenciado un renovado interés por la forma como se distribuye la riqueza en los países desarrollados. Una de las primeras manifestaciones de esta tendencia, por ejemplo, fue el movimiento Occupy Wall Street, en el 2011, pero es a raíz de la publicación del libro “El capital en el siglo XXI”, del economista francés Thomas Piketty, que la desigualdad se ha trasladado al centro del debate académico, intelectual y social alrededor del mundo, como profundizamos ayer.
Pero, en medio de toda esta discusión, ¿qué es lo que viene pasando en el Perú?
De acuerdo con el INEI, la desigualdad de los ingresos de los peruanos, medida con el coeficiente de Gini, se ha ido reduciendo en la última década desde 0.49 en el 2004 a 0.44 en el 2013. Si miramos solo los últimos cinco años, además, tenemos que el 30% con ingresos más bajos creció más del doble que el 30% con ingresos más altos.
Esta información parece positiva para nuestra estabilidad social, pero son necesarias algunas precisiones para completar la foto. Los datos que utiliza el INEI para calcular los ingresos de los peruanos provienen de la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho). Y, según reputados analistas, la encuesta no toma en cuenta a las personas con mayores ingresos; es decir, subestima la brecha de desigualdad. Basta mirar el ingreso real promedio del decil más rico en el país provisto por INEI (S/. 2,722 mensuales) para intuir que las cifras no son un fiel reflejo de la realidad.
Más importante, el debate mundial que se ha abierto frente a la desigualdad presume la cobertura de servicios básicos de calidad para todos los ciudadanos. En nuestro caso, estamos un paso más atrás todavía. Con el nivel de educación, salud e infraestructura que provee el Estado peruano, no podemos atrevernos a decir que todos partimos en igualdad de condiciones para comenzar a acumular nuestra propia riqueza.
Queda mucho por hacer.