INCERTIDUMBRE. Apenas tuvimos tiempo para comentar la hipotética apertura a una nueva fase que podría haber significado el crecimiento de febrero (5.72%), cuando nos enteramos ayer que el crecimiento de marzo, como para no perder la costumbre, volvió a desacelerarse (4.91%) y se ubicó bastante por debajo de lo que esperaba el mercado. Esto, a pesar de los días extras que tuvo el mes de marzo este año en relación al del año pasado por el feriado de Semana Santa. El PBI desestacionalizado decreció 0.4%.

En realidad, la economía parece estar atravesando un ciclo de inestabilidad e incertidumbre. Las señales que viene mandando el mercado son confusas y muchas veces, contradictorias, habiendo generado un comportamiento inconsistente de la economía en el primer trimestre del año. Como explicó un empresario en nuestra edición de ayer, “se acabaron los ciclos previsibles”, lo que hace de las predicciones herramientas aún menos confiables –como se probó en marzo-.

Nos encontramos en un periodo de transición donde los agentes económicos se encuentran más desconcertados que asustados (por ejemplo, en marzo el sector fabril no primario creció más en marzo que en febrero). Desde hace un año, aproximadamente, estamos en una situación de “tira y ajuste”, donde un mes crece la economía por encima de lo esperado y el siguiente por debajo.

El gran problema es que un periodo prolongado de incertidumbre sí conduciría hacia una desaceleración definitiva.

El Gobierno podría colaborar con despejar las dudas que hay en la economía si avanza en los temas que le corresponden. El Plan Nacional de Diversificación Productiva, por ejemplo, identifica algunos puntos que ayudarían a impulsar la inversión. Lamentablemente no existe ninguna señal de que se vaya a aplicar este plan en el corto plazo (o que se vaya a aplicar del todo, dicho sea de paso).